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Cientos de miles de víctimas, entre muertos y heridos, malnutrición extrema y hambruna en algunas regiones han dejado a Sudán al borde del cataclismo cuando se van a cumplir dos años de guerra civil sin el foco mediático de Ucrania o Gaza. Lejos quedaron las esperanzas de una transición democrática tras la caída del dictador Omar al Bachir y ahora la desolación marca una guerra compleja y muy olvidada.
Sudán, país del noreste de África, sufre la mayor catástrofe humanitaria del mundo y la mayor crisis de desplazados con muy poca atención mediática. Unos 30 millones de personas, dos tercios de la población, necesitan asistencia sanitaria y alimentaria, según datos de la ONU.
Pero los esfuerzos humanitarios se ven dificultades por la falta de seguridad en medio de un sangriento conflicto civil entre el ejército regular liderado por el general Abdel Fatah al Burhane y y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) lideradas por Mohamed Hamdan Dagalo («Hemetti»).
Alfredo Langa, investigador en el Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria. Ex delegado de la Cruz Roja en Jartum y autor de numerosas investigaciones sobre el país, explica para RFI las claves de esta guerra:
“El Gobierno de Omar al Bachir desde 1989, luego se separa de los islamistas civiles. El tipo se beneficia del petróleo. En 2018 tienes una gran revolución que se supone que es, que tiene como punto importante la subida de los precios y a partir de ahí hay un gobierno, digamos, de transición.Pero claro, un gobierno de transición donde controlan, digamos, los militares, pero también los paramilitares”, recuerda el investigador Langa.
“La cuestión es que ni al Burhane ni Dagalo van a permitir que haya una verdadera democracia. Porque en cuanto haya una verdadera democracia en Sudán y tenga que haber responsabilidad o rendición de cuentas por las matanzas en Darfur o por la opresión, al final ambos tendrán que pagar.
Leer tambiénLa expansión de la hambruna en Sudán, gran alerta de la ONU para 2025
Es una guerra para lucha por poder
Uno de los principales motivos del aumento de número de desplazados ha sido el incremento de la violencia en los estados de Jezira y Darfur, donde la guerra ha ido acompañada de una siembra del terror por parte de los paramilitares y de bombardeos indiscriminados de ambos bandos.
Alfredo Langa ha investigado las raíces de esa violencia y enfatiza en que “a partir de 2001- 2002 empieza la violencia en la región de Darfur. Porque lo que es importante, esas narrativas fáciles del norte, sur, etcétera, no son tan claras. Lo que siempre ha habido es unas élites dominantes que tienen que ver con Jartum. Luego hay una élite que es mucho más dominante, que es la élite islamista, primero islamista civil y luego, sobre todo islamista militar. Y esta gente lo que hace sobre todo es tratar de reprimir todo aquel movimiento regionalista, aquellos movimientos que tengan que ver con mayor autonomía para algunas regiones de Sudán, por ejemplo, para la zona del Mar Rojo, para la zona de Nilo Azul y sobre todo para la zona de Darfur”.
Miembros de las milicias aliadas del Ejército han estado implicados en detenciones arbitrarias, desapariciones y ejecuciones sumarias en las zonas donde han ido recuperando el control tras casi dos años de guerra.
Leer tambiénConflictos y desastres naturales rompen el récord mundial de desplazados internos
Cientos de miles de víctimas, entre muertos y heridos, malnutrición extrema y hambruna en algunas regiones han dejado a Sudán al borde del cataclismo cuando se van a cumplir dos años de guerra civil sin el foco mediático de Ucrania o Gaza. Lejos quedaron las esperanzas de una transición democrática tras la caída del dictador Omar al Bachir y ahora la desolación marca una guerra compleja y muy olvidada.
Sudán, país del noreste de África, sufre la mayor catástrofe humanitaria del mundo y la mayor crisis de desplazados con muy poca atención mediática. Unos 30 millones de personas, dos tercios de la población, necesitan asistencia sanitaria y alimentaria, según datos de la ONU.
Pero los esfuerzos humanitarios se ven dificultades por la falta de seguridad en medio de un sangriento conflicto civil entre el ejército regular liderado por el general Abdel Fatah al Burhane y y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) lideradas por Mohamed Hamdan Dagalo («Hemetti»).
Alfredo Langa, investigador en el Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria. Ex delegado de la Cruz Roja en Jartum y autor de numerosas investigaciones sobre el país, explica para RFI las claves de esta guerra:
“El Gobierno de Omar al Bachir desde 1989, luego se separa de los islamistas civiles. El tipo se beneficia del petróleo. En 2018 tienes una gran revolución que se supone que es, que tiene como punto importante la subida de los precios y a partir de ahí hay un gobierno, digamos, de transición.Pero claro, un gobierno de transición donde controlan, digamos, los militares, pero también los paramilitares”, recuerda el investigador Langa.
“La cuestión es que ni al Burhane ni Dagalo van a permitir que haya una verdadera democracia. Porque en cuanto haya una verdadera democracia en Sudán y tenga que haber responsabilidad o rendición de cuentas por las matanzas en Darfur o por la opresión, al final ambos tendrán que pagar.
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Es una guerra para lucha por poder
Uno de los principales motivos del aumento de número de desplazados ha sido el incremento de la violencia en los estados de Jezira y Darfur, donde la guerra ha ido acompañada de una siembra del terror por parte de los paramilitares y de bombardeos indiscriminados de ambos bandos.
Alfredo Langa ha investigado las raíces de esa violencia y enfatiza en que “a partir de 2001- 2002 empieza la violencia en la región de Darfur. Porque lo que es importante, esas narrativas fáciles del norte, sur, etcétera, no son tan claras. Lo que siempre ha habido es unas élites dominantes que tienen que ver con Jartum. Luego hay una élite que es mucho más dominante, que es la élite islamista, primero islamista civil y luego, sobre todo islamista militar. Y esta gente lo que hace sobre todo es tratar de reprimir todo aquel movimiento regionalista, aquellos movimientos que tengan que ver con mayor autonomía para algunas regiones de Sudán, por ejemplo, para la zona del Mar Rojo, para la zona de Nilo Azul y sobre todo para la zona de Darfur”.
Miembros de las milicias aliadas del Ejército han estado implicados en detenciones arbitrarias, desapariciones y ejecuciones sumarias en las zonas donde han ido recuperando el control tras casi dos años de guerra.
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