Me han preguntado sobre las nuevas modalidades de trabajo adoptadas en este escenario de crisis y las reflexiones que de ello podía extraer. Lo primero, y muy evidente, es que la situación actual representa el desafío de incorporar de forma eficaz el uso de tecnologías a nuestras prácticas pedagógicas.Lo segundo, es que esta crisis develará los liderazgos y las ausencias de éste, no solo a nivel político, sino también dentro de los establecimientos educacionales, pues es indispensable contar con lineamientos o directrices pedagógicas y directivas pertinentes y conectadas con la realidad de cada comunidad educativa.Personalmente, desde hace ya bastante tiempo, me comunico con mis estudiantes a través del Instagram, creado para difundir nuestras actividades de educación ambiental; he incorporado la plataforma Classroom (Sala de clases virtual) y los ya comunes correos y drives para compartir materia y recibir sus trabajos para retroalimentación. Si algo bueno se ha presentado, es la posibilidad de conocer variadas herramientas, frente a lo que debemos abrirnos a la posibilidad de aprender de otros colegas y de compartir y apoyar a quienes esto se les dificulte. No obstante, hay dos puntos que vienen asociados a esta nueva modalidad de trabajo o de enseñanza-aprendizaje en los que quisiera detenerme: 1. Existe una importante brecha digital en Chile, y no podemos asumir que todos los estudiantes van a tener el mismo acceso a la red. Según el último estudio de la Fundación País Digital, Ñuble es la región que menos uso de internet registra. Esta brecha, que se convierte en una seria desventaja para nuestros estudiantes, no solo va asociada a situaciones socioeconómicas, sino también al grado de ruralidad de las localidades. Podemos llegar a creer que todos los jóvenes “viven conectados”, pero la mayor parte solo tiene acceso a las redes sociales, que vienen liberadas por las compañías de telefonía móvil. 2. Por otro lado, pareciera pensarse que los profesores debemos llenar de guías y cuestionarios, de forma tal de cubrir los sobrevalorados contenidos; una obsesión por el contenido que existe cuando deberíamos aprovechar esta oportunidad para instalar otras reflexiones con los estudiantes, asociadas a desafíos socioambientales, la importancia del acceso al agua potable, a una salud oportuna y de calidad, etc. Creo que podríamos, al menos, matizar. A modo de ejemplo, mis estudiantes de IV medio han realizado afiches para difusión de la biodiversidad local, que luego podemos compartir en redes sociales; el hecho de investigar y crear, usando herramientas digitales, ya los saca de la rutina. Entendamos que este no será un año normal y no podemos pretender que lo sea, al costo de generar una preocupación más a nuestros niños y sus familias. Si a los docentes nos exigen material, creémoslo, pero sin caer en el juego de quienes opinan sin conocer la realidad de nuestros establecimientos. Utilicemos nuestra parcela de libertad y encaucemos el material pedagógico hacia aprendizajes que serán transversales.Por último, y con gran orgullo por la relevante y transformadora misión que tenemos como docentes, debemos recordar que, al igual que hace ya varios años, los resultados de la encuesta Cerc-Mori 2019 en torno a la confianza de la ciudadanía en personas e instituciones, posicionan a los profesores y luego a los médicos como los actores con mayor credibilidad. Recogiendo esto, siento que nuestro principal rol es contribuir a la contención y apoyo emocional a nuestros estudiantes. Así como sabemos que en Aprendo en línea no está la gran solución (ni siquiera material para todos los cursos), que en una semanas más NO estaremos de vacaciones, sabemos que no podemos pretender que desde la casa los niños aprenderán y será un año normal, pues lo que nutre al aprendizaje es que se da y enriquece en comunión con sus pares. Es esta la oportunidad para que, como sociedad, reposicionemos el rol transformador de la docencia y la escuela.