Economía y coronavirus

Es recurrente escuchar en los medios o leer en las redes una disyuntiva ética sobre un choque de valores que se está generando frente a las políticas de confinamiento (Cuarentena) y estancamiento de muchas actividades comerciales e industriales a causa de la crisis sanitaria. Esto provoca un daño a la economía, y muchos sostienen categóricamente que la economía no es más relevante que la salud, o la vida de las personas.
Aquí nos encontramos con un dilema muy importante, porque pone de manifiesto la escala de valores que tiene el amplio espectro ciudadano. Por un lado, tenemos a una mayoría que cree sin duda alguna que la salud o la vida misma del ser humano es más importante que la situación económica. Pero, también existe un grupo minoritario que prioriza la economía sobre la dignidad de sus semejantes, y a veces (con muy poca empatía) no les preocupa la salud de sus trabajadores u otras personas, demostrando así un egoísmo que hace muy difícil la convivencia social.
Además, hay un grupo invisibilizado de personas con muy bajos recursos y con precariedades laborales; trabajadores independientes que viven el día a día, y que frente a una cuarenta total o parcial, su calidad de vida disminuye a niveles indeseados. Quizás, ellos se encuentren con la paradoja de «morir por un virus o morir de hambre». Dichas personas no tienen el privilegio (que muchos de nosotros tenemos) de un sueldo seguro a fin de mes, de flexibilidades laborales por motivos de seguridad en salud, etc. Dado ésto ¿qué debe hacer el Gobierno? y también ¿qué debemos hacer nosotros?
Es aquí donde esta supuesta disyuntiva de elegir entre Economía y Salud nos devela que no se trata de quedarse con lo uno y abandonar lo otro, sino que consiste en que uno debe subordinarse al otro. En este sentido, la economía frente a esta crisis sanitaria debe cambiar el enfoque y dejar de simplemente producir y/o generar utilidades; debe estar obligada, por la fuerza de las circunstancias, a encaminarse por la solidaridad, flexibilidad e innovación.
En el caso de nosotros, los ciudadanos, las circunstancias nos impulsan no solo a pensar en nuestro bien, sino también en ayudar económicamente a nuestros semejantes.
Por otro lado, el Estado también puede y debe cumplir un rol económico determinante, inyectando dinero, de forma directa o diferida, a aquellos grupos que por los momentos de inactividad económica no pueden resolver sus necesidades básicas (Recordemos que no todos tienen el privilegio del “teletrabajo”). Algunos creerán superficialmente que la inyección económica se trata de la aplicación de una Política Keynesiana (intervencionismo del Estado) para enfrentar la crisis, pero, visto como una ayuda, en nuestra realidad se puede fundamentar en un ideal de lógica subsidiaria.
Frente a todo esto, es necesario comprender que no tenemos que promover una actitud anti-económica para resguardar la salud de las personas; simplemente se trata de un cambio de enfoque, y quizás, aquello que no logró por la fuerza la revolución de octubre, lo pueda lograr ahora la crisis sanitaria en la configuración de un nuevo modelo de desarrollo.

Esta sección es un espacio abierto, por lo que las opiniones vertidas aquí pertenecen exclusivamente a su autor y no necesariamente representan una mirada editorial.

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