Crisis común: Soberanía comunitaria

Estos días hemos sido testigos de las graves consecuencias que está trayendo la crisis económica que nuestro país comienza a sufrir; crisis que ha sido consecuencia directa de la pandemia global que ha afectado a todas las naciones. La recesión económica (que ya había sido anunciada desde que el COVID-19 se transformó en pandemia ) no solo ha traído un estancamiento en la producción y bajo consumo, sino también una carencia alimenticia donde el Estado tuvo que intervenir, situación que habíamos dado por superada hace décadas
La realidad que estamos viviendo nos ha mostrado que ciertas posiciones ideológicas en la gobernanza de un país encuentran problemas en su consistencia y aplicación en la diversidad de circunstancias que suceden en la sociedad. Por un lado está el individualismo extremo: aquella actitud que rechaza al Estado, es indiferente a la Comunidad pero ensalza al Mercado como fuente de solución de todos los problemas. Pero, justamente, en esta crisis nos damos cuenta que la adquisición de bienes y servicios se encuentra ampliamente congelada, sea por las restricciones propias del Estado o por la acción voluntaria de los centros de industria, comercio o servicios bajo un sentido de prevención sanitaria, y en ese sentido el Mercado no es suficiente para satisfacer las necesidades, ya que sin poder adquisitivo muchos no podrían subsistir.
La otra posición que tiene fallas es el colectivismo extremo: aquel que rechaza al Mercado, es indiferente a la Comunidad, pero ensalza al Estado, porque lo considera como el único que puede y debe satisfacer las necesidades y demandas ciudadanas urgentes no solo en tiempos de pandemia y crisis económica, sino también como un poder que va avanzando sin límites. Esta postura conlleva grandes problemas, ya que existe una demora para que la acción pública tome las medidas pertinentes frente a las necesidades económicas urgentes, (esta demora no entendida como un acto de negligencia, aunque se puede dar), sino como la reestructuración de los recursos y gestión para ejecutarlas. Por otro lado, y entendiendo que las necesidades son ilimitadas y recursos son escasos (mayormente en períodos de crisis), los beneficiarios potenciales aumentan, porque muchos sin pertenecer a un grupo vulnerable en tiempos normales (de crecimiento) se transforman en grupos de urgencia en momentos de crisis y pueden no recibir ayuda. También está la gran dependencia del paternalismo estatal que conlleva a la inacción de los grupos intermedios que pueden ser un gran aporte en estas instancias.
Tomando en cuenta todo lo anterior no debemos cometer el error de considerar que el Mercado y el Estado son innecesarios. En absoluto, ambos son vitales en tiempos de crisis, pero que el error está en considerar que el Estado es el único que puede y debe resolver las necesidades, o que los individuos desconectados de su entorno son los únicos responsables de satisfacer sus demandas por medio del Mercado. Para ello, es necesario poner énfasis en la Comunidad, que sin ella el poder político y económico simplemente no existirían, y que en nuestro país está comenzando a tomar la soberanía que le corresponde, cuando vemos, por ejemplo, que algunas organizaciones sociales o los propios ciudadanos de forma espontánea realizan ollas comunes en ayuda a los más necesitados.
Si el Estado y el Mercado lo entendemos como parte de la Comunidad, muchos de nuestros viejos problemas y actuales urgencias podrán tener una rápida y satisfactoria solución, porque todos nos involucramos en los problemas del resto, fortalecemos el amor y solidaridad, y así construimos un país mejor.

Esta sección es un espacio abierto, por lo que las opiniones vertidas aquí pertenecen exclusivamente a su autor y no necesariamente representan una mirada editorial.

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