Lo invito a leer, Sr. Ministro

Lo invito a leer a Pablo Neruda, cuando en su poema “El Barco” escribía: “Pero si ya pagamos nuestros pasajes en este mundo, ¿por qué, por qué no nos dejan sentarnos y comer? Queremos mirar las nubes, queremos tomar el sol y oler la sal, francamente no se trata de molestar a nadie, es tan sencillo: somos pasajeros”.
Sí, Señor Ministro, somos pasajeros, los mismos pasajeros que hace siglos, muchos siglos, en estas tierras (sin nosotros tener donde vivir), hemos labrado sus campos (aunque muchas veces no tuvimos seguros laborales) y cosechado sus plantaciones (aunque a nosotros nunca nos sobra pan).
Lo invito, Señor Ministro, a conocer el sur, pero no ese sur que nuestra apolillada historiografía nacional ha disfrazado de lo nacional. No le hablo del rodeo ni del huaso con espuelas, le hablo del sur; ese sur que se bate a duelo con el hambre cada invierno. Ese sur que pasa de temporada en temporada, de cosecha en cosecha, enriqueciendo bolsillos ajenos. Lo invito a cosechar arándanoso extraer camarones de vega. Lo invito, Señor Ministro, a conocer la pobreza, esa pobreza que vergonzosamente usted desconoce, aun siendo un servidor público (al menos eso dicen).
Lo invito a seguir leyendo a Neruda, Señor Ministro, ese poeta que tanto ensalzan en sus salones lujosos: “Ahora resulta que no tenemos mesa. No puede ser, pensamos. No pueden convencernos. Estaba oscuro cuando llegamos al barco. Estábamos desnudos. Todos llegábamos del mismo sitio, todos veníamos de mujer y de hombre.”
Ni mesa, ni pensiones dignas, ni educación, pero lo más alarmante Señor Ministro, no tenemos muertes dignas. Lo invito, insisto, recorramos los Hospitales Públicos, esos que se llenan de personas a las 04:00 am esperando atención y que no van a hacer vida social, como dijera alguno de sus amigos. Lo invito a conversar con esas personas paradas en el frío; dígales a ellas que son culpables por los contagios de COVID-19, que son ellas y no las mediocres estrategias del Gobierno para enfrentar esta crisis. No sea tímido, Yo invito.
¿Recuerda como sigue el poema de Neruda, Señor Ministro?, sigue así: “¿Por qué tantas ventajas para ustedes? ¿Quién les dio la cuchara cuando no habían nacido? Sin mesa dónde vamos a comer, ¿dónde nos sentaremos si no tenemos silla? Si es una broma triste, decídanse, señores, a terminarla pronto, a hablar en serio ahora. Después el mar es duro. Y llueve sangre.”
Sí Señor Ministro, después el mar es duro y llueve sangre. Lo invito entonces, Señor Ministro a hablar en serio. Si no conoce nuestra pobreza, lo invito a recorrerla; de lo contrario, solo renuncie, pues el pobre, es usted.

Esta sección es un espacio abierto, por lo que las opiniones vertidas aquí pertenecen exclusivamente a su autor y no necesariamente representan una mirada editorial.

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