El estallido social de octubre pasado, la pandemia en curso, las complicaciones en la administración municipal y el suspenso y agitación en torno al desenlace del proyecto de retiro de fondos de AFP, determinan un escenario político y social complejo y en crisis.
En medio de ese escenario, a nivel local emergen interrogantes: ¿Qué liderazgo es importante para tomar las riendas de la administración municipal? ¿Qué perfil resulta más idóneo? Desde la revisión de las teorías de liderazgo y bibliografía atingente (las cuales, intentan mapear el surgimiento de un buen líder), encontramos interesantes ideas y aportes en dicha materia.
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El análisis nos dice que, si bien no existe una receta del buen líder, es posible subrayar elementos y características que repercuten en un liderazgo efectivo. Un líder debe, en primer lugar y por definición, ser capaz de influir en las actitudes, opiniones y acciones de las demás personas. Para ello, un elemento crucial es la validación y la confianza de la gente. Es conocida la importancia que tiene el contenido (lo que se dice) a nivel de discurso, pero es innegable el valor y peso comunicativo que tiene el emisor del mensaje (quien lo dice).
Un líder debe ser ético y responsable; debe procurar resolutividad en su trabajo. La eficacia y la eficiencia deben ser sus aliados. Un líder debe ofrecer soluciones rápidas, no dejando de lado la necesaria prudencia en la toma de decisiones, sobre todo en tiempos complejos. En tiempos de crisis y de incertidumbre es donde el liderazgo se pone a prueba.
El Líder debe contener situaciones de crisis y definir estrategias de solución; tener un plan estratégico y reforzar y reformular sus acciones si es necesario. No basta con las buenas intenciones e improvisaciones (distintas a innovación); se requiere capacidad y competencias y para ello deberá haber existido una formación integral, para que no lidere alguien que carece de los recursos personales y habilidades (como lamentablemente ocurre a todo nivel, sobre todo en cargos de poder o trabajo).
Un líder deber también tener la capacidad para proveer los acontecimientos, encontrando las respuestas adecuadas a las circunstancias. Debe gestionar controversias y muchas veces priorizar, aplicando principios.
Considerando lo expuesto, e infiriendo que necesitamos una buena cabeza para el municipio, cosa que cualquiera con sentido común desea, un alcalde o una alcaldesa, debe ser un líder, un buen dirigente.
Un alcalde debe poseer vocación de servicio y mantenerse permanentemente en sintonía con las necesidades, y por qué no , con sueños de la comunidad. La tarea en cuestión, reviste una ecuación entre personalidad, carácter, coraje, seguridad personal, humildad, buen trato y autenticidad. Debe poder reconocer aciertos y desaciertos.
Las llamadas “habilidades blandas” jugarán un papel crucial: debe poseer capacidad de comunicación, empatía, transmitir confianza y partir con el ejemplo. Un(a) alcalde(sa) debe ejercer un sano y efectivo poder, muy distinto al autoritarismo.
Por último, no podemos olvidar aspectos claves del liderazgo: saber definir equipos de trabajo, delegar y dar autonomía, motivando los objetivos en común.