¿Sabía usted que por cada 100 hombres que declaran percibir inseguridad en taxis, hay 159 mujeres inseguras en ese mismo espacio? ¿Que por el centenar de hombres inseguros en las calles del barrio, 118 mujeres lo están? Estas cifras corresponden a resultados de la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana 2018, del INE.
Uno de los factores que contribuyen a dicha sensación de inseguridad es el acoso sexual callejero, penado por ley desde el 2019 en Chile pero, lamentablemente, arraigado con fuerza en el país, pues históricamente ha sido normalizado y relativizado.
El acoso sexual callejero (ASC) es definido por el Observatorio Contra el Acoso Chile (OCAC) como “aquellas prácticas de connotación sexual ejercidas por una persona desconocida, en espacios públicos como la calle, el transporte o espacios semi públicos (mall, universidad, plazas, etc.); que suelen generar malestar en la víctima.” Estas acciones son unidireccionales, es decir, no son consentidas por la víctima e incluyen miradas, sonidos o silbidos que incomodan, comentarios sobre el cuerpo, la ropa o cómo se ve la persona, tocaciones, presión de genitales contra el cuerpo, masturbación y exhibicionismo, toma de fotografías y/o grabaciones, persecución a pie o en auto. Dicho observatorio publicó en julio de este año una “radiografía del acoso sexual en Chile” destacando que el 86,4% de las mujeres declaró haber sufrido acoso sexual callejero.
El tema nos pareció de gran trascendencia y junto a la Corporación San Carlos Somos Todos y Todas decidimos visibilizar esta realidad a nivel local. Al compartir un breve video en las redes sociales, recibimos muchos comentarios de adolescentes y mujeres adultas contándonos situaciones vividas en nuestras calles. Muchas de mis estudiantes compartieron relatos de acoso callejero, vividos a corta edad, lo que concuerda con los datos del OCAC cuando señalan que “las prácticas de acoso sexual callejero son sufridas de manera sistemática, en especial por las mujeres, ocurriendo varias veces al día desde aproximadamente los 12 años”.
El acoso es violencia, porque es una práctica no deseada, que genera un impacto psicológico negativo, cuyos efectos se demuestran en acciones cotidianas de la víctima como cambiar los recorridos habituales por temor a reencontrarse con el o los agresores, modificar los horarios en que transita por el espacio público, modificar su modo de vestir -muchas veces se culpa a la víctima por “llamar la atención”-, etc. Esto nos da cuenta de que el espacio público no es un espacio seguro para niñas y mujeres, y que a pesar de que la legislación haya avanzado, la erradicación del acoso pasa por un cambio cultural, por una actitud de respeto pero también de compromiso, y de no ser indolentes al ser testigos de estos hechos. ¡Qué lindo sería que nuestra comuna destacara por enfrentar este tema desde una mirada ciudadana!