Nosotros los anticuados, los retrógrados

Recientemente y con profunda inquietud me asaltó un corto video extraído de un sitio gubernamental del metaverso. Un exsenador chileno, Guido Guirardi y promotor del ya afamado “Congreso Futuro” (donde hasta yo mismo he sido invitado), convocaba entusiasmadísimo a participar en un encuentro internacional. Allí explicaba en qué consistía esta brillante tecnología: “El metaverso […]es una evolución de internet, un nuevo mundo…vamos a poder vivir de manera virtual dentro de internet y así vamos a poder hacer todo lo que queramos […]Vamos a expresar todos nuestros sueños, vamos a tener la casa que siempre quisimos tener…Va a democratizar espacios, pero va a dejar que los espacios reales solo sean el privilegios de los ricos, y los más pobres van a vivir en el mundo virtual, un mundo simulado […]: nos van a poner en nuestro cerebro una experiencia y nuestro cerebro la va a vivir como propia.”

Yo he tenido que ver cuatro veces el mismo video porque no podía creer lo que escuchaba. Dimensionemos estas increíbles declaraciones. Es el fin de la democracia y de la realidad: a los pobres chilenos se nos va a marginar de la vida real y ésta será solo privilegio de la elite. La de ellos será una casa real concretando sus sueños; la del pueblo una casa virtual, aparente, simulada. Es decir, un engaño, una estafa. Para los pobres, la gran solución es colonizar sus mentes con metaverso y todas sus necesidades reales retorcerlas para satisfacerlas enfermizamente. Nos está invitando entonces a confundir aún más nuestra pobrecita mente postpandémica, enajenarla para meterle estímulos tales hasta que la persona no sepa nunca más quién es ella. Esta autoridad chilena, amigos -junto a muchas otras autoridades políticas y económicas del mundo- quiere nada menos que corregirle la plana a Dios, a la Naturaleza.

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Las hoy tan marcadas diferencias entre personas diversas que chocan en sus opiniones, creemos que no se deben tanto a las distancias generacionales -la perspectiva que dan los años- sino más bien a visiones de mundo distintas. Sin darnos cuenta, hoy se nos ha invadido el alma entera, con un “espíritu de la época”: la tecnologización de las cosas que estarían al margen de cualquier moral y que no repara en las tragedias psíquicas a mediano y largo plazo de las tan celebradas “innovaciones”.

Estas no permiten que el Ser nuestro genere ninguna distancia entre el hacer, el pensar, el emocionar: todo se resuelve en una poderosa identificación con el aparato, el teléfono, el programa, la aplicación. Ya no queda el mínimo de distancia para resistirse con lo que se nos impone. Menos aún, la serenidad de estar realmente desconectado de los millones de estímulos que nos invaden. La invasión bárbara llegó: identificarnos totalmente con lo que la máquina dicta, ordena, manipula, desea.

Una vez observé una maravillosa resolución de un conflicto generacional entre una joven mapuche criada en la ciudad, y su abuela que nunca había salido del campo. Así me lo relató ella: “¡Esto del mapuche no va más abuela!’, me dijo mi nieta linda del pueblo. ‘¡Tú, muy antikuáh abuela!, eso es de atrás, ¡olvídate!, lo mapuche no va más, porque ya todo se ve por los suelos. ¿Cómo que no va más lo mapuche?, le dije con fuerza. ‘Entonces, ¿ya no va más Dios? Entonces, ¿ya no va más toda la gente de Chile? ¿Antikuah yo y tú, nieta? ¿Entonces antikuáh la mujer? ¿Antikuáh Dios? ¿Antikuáh la tierra? ¿Antikuáh la mañana? ¿Antikuáh las manos? ¿Antikuáh el rocio? ¿Antikuáh los brotes en flor de mi canelo?” Luego sollocé y rompí en llanto, y me hizo bien. Luego lloró mi nieta linda y a los dos nos hizo bien.”  (Testimonio de Florentina Pay de la comunidad mapuche de Linkan-Ray., 1989)

Nosotros, los anticuados que aún sacamos la cabeza, este resto de retrógrados que aún no se compran todos los diabólicos boletos que altos políticos  nos venden, los que nos hemos quedado atrás, somos hoy sin pretenderlo, la vanguardia de los rebeldes: los que se quedaron más libres de este inhumano espíritu de época, aquellos que usan la tecnología evitando (cada vez es más difícil) que ésta no nos pase goles olímpicos, para que el metaverso no “nos dé atole con el dedo”, un refrán mexicano cuya traducción chilena sería más o menos ésta: no “nos desayunen ni nos merienden a toda hora dándonos  ulpo de coca-cola y  harina tostada con el dedo”.

Esta sección es un espacio abierto, por lo que las opiniones vertidas aquí pertenecen exclusivamente a su autor y no necesariamente representan una mirada editorial.

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