Jaime García ha dejado de ser el Director Técnico de Ñublense tras cuatro años de un éxito sin precedentes en la historia de “Los Diablos Rojos”. Un título de Primera B tras 44 años de espera y su consecuente ascenso a Primera A en 2020, la segunda clasificación a la fase previa de la Copa Sudamericana en 2022, un subcampeonato nacional el mismo año, una inédita clasificación a la fase de grupos de la Copa Libertadores 2023, y una sorprendente clasificación a octavos de final de la Copa Sudamericana 2023, echan por tierra cualquier debate al respecto.
No obstante, nada es eterno en el mundo y bien lo saben hoy más que nunca en Chillán y en las 21 comunas. El oriundo de Cartagena deja la banca de un Club y una ciudad a los que enamoró con su compromiso inquebrantable y un carisma que vino a restaurar un vínculo oxidado entre Ñublense y Chillán, con la llegada de las Sociedades Anónimas al fútbol chileno.
Parece absurdo, pero en Chile hemos desarrollado una suerte de “adicción al fracaso”. Y claro. Con 99 años de espera para el primer título de nuestra Selección, y la escasa vitrina que ofrecen “los tres grandes” de nuestro balompié a nivel internacional, lograr cualquier cosa que rompa el molde en este ámbito, se traducae prácticamente en una “bandera roja” para aquellos que se resisten a entender que un club de fútbol nunca será similar a administrar una inmobiliaria o un retail.
No bastó pasar de la B de Chile a sacarle un punto al actual Campeón de la Libertadores. No bastó que “La Guardia Imperial” pifiara a más no poder a Racing en El Cilindro por pasar susto ante “un equipo aparecido y con nombre de shampoo”. No bastó ganar por primera vez en Copa Libertadores frente al flamante Campeón ecuatoriano, ni ganar por primera vez como forastero ante un titán del continente como Liga de Quito en la asfixiante mitad del mundo.
No. Nada de eso bastó para quedarse. Y no hablo de la dirigencia, sino del propio Jaime García, que una vez más dejó claro que prefiere una casa de adobe con un buen radier, que un edificio con pilares de goma eva. Si. a él le seducen los proyectos, y lo dejó claro tras la llegada de la actual administración.
Todo parecía ir sobre ruedas a fines del 2022, pero no era más que este edificio cayéndose a pedazos. La partida de varias figuras para ir a sufrir a “los tres grandes”, la falta de refuerzos para Copas Internacionales, una cancha que probablemente le causó úlceras al emisario de la CONMEBOL, quedar fuera de Copa Chile por un jugador mal inscrito, perder la localía y el clásico ante Curicó, ya algo avisaba.
Pero eso no era todo. Al ya estresante escenario descrito, Ñublense sumaba una caída libre en el Campeonato Nacional, quedando a sólo tres puntos de la zona de descenso directo. Fiel a su estilo, el ahora ex DT del rojo no se dejó amilanar y contra todo pronóstico, continuó dando muestras de buen fútbol dentro de la cancha, pese a perder. Eso hasta el duelo del pasado domingo 3 de septiembre de 2023.
El cuadro chillanejo volvía al triunfo en un partidazo ante Everton, que vino a engalanar aún más la gesta con un Meneghini que fue un verdadero dolor de cabeza para el mediocampo rojo y que no en vano tiene a los “oro y cielo” ad portas de meterse en zona de clasificación a Copa Libertadores.
Pitazo final y los abrazos se desataron como un grito contenido de quien se acaba de sacar la lotería, o bien, el parte por no pagar peaje. Todo parecía indicar que Ñublense empezaría a levantar la cabeza y terminar el año al menos, de forma tranquila y lejos del fantasma de la B.
Pero en este mundo, nadie es dueño del mañana y ante una región que quedaba atónita, Ñublense anunciaba el lunes 4 de septiemdre de 2023 como para un grato almuerzo, que Jaime García, por “común acuerdo” con la dirigencia, dejaba la tienda chillaneja, mediante un escueto comunicado que ni cerca está de reflejar la gratitud que se espera de un Club que en sólo cuatro años vivió lo que no había vivido en más de un siglo de historia.
Las reacciones, igual que las interrogantes, no se hicieron esperar. ¿Qué pasó? ¿Por qué a esta altura del año? ¿Qué ocurrió en el camarín tras la victoria ante Everton? Preguntas iban, preguntas venían. Versiones encontradas, dimes y diretes. Que la culpa es de los dirigentes, que llamaron de Santiago, que el profe estaba “chato”, que “casualmente” Caputto dejó la Selección Sub-17 un par de horas más tarde. Sólo trascendidos, nada concreto, nada claro, todo raro, todo en las sombras, como es costumbre desde que a Bielsa se le ocurrió sacar a la prensa de los entrenamientos allá en el lejano 2007.
Y bueno, ahora lo de siempre… la incertidumbre, el miedo, la inestabilidad emocional y deportiva, luchar por salvar la categoría, mirar de lejos la cima y las Copas Internacionales… lo habitual para un equipo de provincia en el que todo cuesta el triple.
¿Y por qué? Todo apunta a un desgaste en las relaciones laborales e interpersonales, pero inevitablemente, el sentido común y la actual crisis del fútbol nacional, también invitan a pensar: El miedo a triunfar, a romper el molde, a ser la excepción de la regla, a ir contra la manada que camina a ciegas derecho al cráter del volcán. El amor irrestricto del tercer mundo a destruir lo que funciona, lo que está bien, lo que sirve, lo que es ejemplar. La adicción a los resultados, al modelo de negocio, a andar de la manito con los representantes y a tratar al fútbol como una empresa más del holding sin entender que los clubes crecen cuando cosechan para sí y no para la élite del viejo continente o para alguna liga de mala muerte financiada por los petrodólares, los narcos, las casas de apuestas o las criptomonedas.
Desde la diplomacia: Un desgaste.
Desde la experiencia: Simplemente, adicción al fracaso.