Según estimaciones mundiales, las mujeres campesinas representan más de un tercio de la población, mientras que en Chile se estiman sobre el 40% del total de la mano de obra agrícola. En Indap, según cifras del propio organismo, en 2023 se registró un 46% de usuarias en el país, cifra que en Ñuble alcanzó un 43% el año pasado.
Acá es donde en nuestra naciente y eminentemente agrícola Región, no podemos separar una celebración como la del Día de la Madre, de esta cualidad dada por una ocupación tan noble como necesaria, pero tal vez no del todo justa con el género, para ser honestas. La razón es que el trabajo rural para una mujer no siempre es remunerado y cuando sí lo es, muchas veces genera más de algún conflicto especialmente en su círculo familiar, dada la raigambre tradicional del mundo rural.
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En el campo son más los campesinos y poco se habla de las campesinas, quienes están relegadas, además de labores productivas no remuneradas, a labores de cuidado y “de casa”, en una realidad que, aunque muchos por no ver, asumen que es cosa del pasado, más en estos tiempos donde la mejor preparación, el empoderamiento femenino y el “facturar” parecen ser características y situaciones cotidianas. Pero como tantos otros avances, en esa ruralidad en que los ñublensinos lideramos el ranking nacional, tenemos varios asuntos que como sociedad seguimos dejando pendientes.
Más allá del análisis, lo cierto es que se torna urgente abordar la temática o problemática bajo otro prisma, uno más específico para este segmento de la sociedad muchas veces oculto o difuso de visualizar y abordar debido a las dificultades para llegar a ellos de parte del sistema público, sea este en materia educacional y/o de salud que se relaciona con ellas por razones lógicas.
El diseño y aplicación de políticas específicas, alejadas de una “realidad universal” si es que aquello existe, debiese ser el camino para muchas mujeres que en todo el país no estamos considerando, ni siquiera en el papel, mucho menos ocupados de sus necesidades.
Que este Día de la Madre nos sirva, además de reconocer estas realidades por lo valioso que grafican la cualidad de criar a un hijo en esas condiciones, para tener el valor de pedirle a nuestras autoridades, aquellas a las que delegamos la labor de velar por el bien común, que intenten plasmar en políticas públicas esta necesidad o al menos que sean capaces de llevar cientos de testimonios hasta quienes compete esa tarea.