Los sistemas políticos tienen múltiples indicadores que permiten evaluar su funcionamiento. La transparencia, la participación ciudadana y el respeto a la voluntad popular son algunos de ellos. Sin embargo, uno de los parámetros más importantes para medir la salud de un sistema político es la capacidad que tiene el ciudadano de ejercer su derecho y deber al voto, y que su decisión, libre y consciente, sea respetada y reflejada fielmente en los resultados finales de una elección. Un sistema en el que el voto no se respeta es, en esencia, un sistema quebrado.
En Chile, durante las elecciones de este 2024, se han establecido dos jornadas electorales en las que 15.450.377 ciudadanos están habilitados para participar. Este número incluye a ciudadanos chilenos y a extranjeros que cumplen con los requisitos legales para involucrarse en el proceso. Cada uno de esos votos es una expresión única de confianza y esperanza en un futuro mejor.
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De esta vasta cifra de votantes, de la cual me incluyo, tenemos la responsabilidad de elegir a 345 alcaldes, 2.252 concejales a nivel municipal, 16 gobernadores regionales y 302 consejeros regionales. En conjunto, 2.915 representantes serán seleccionados a través de este proceso democrático, demostrando la capacidad inigualable del voto para influir en la dirección política del país.
En la región de Ñuble, como en el resto del territorio nacional, se procederá por segunda vez a la elección de un gobernador regional. Además, se elegirán 21 alcaldes, uno por cada comuna, 130 concejales que serán distribuidos en distintas comunas, y 16 consejeros regionales. En Ñuble, un total de 428.624 personas tiene el deber de decidir, de forma directa y secreta, la ocupación de 168 cargos públicos.
Aunque estos números puedan parecer estadísticas impersonales o simples datos de interés, en realidad, cada uno representa la manera en la que quedará configurado el poder ejecutivo, no solo a nivel nacional, sino también en una región que históricamente ha enfrentado dificultades económicas y sociales. Por ello, estas elecciones son cruciales para definir el futuro de comunas y regiones que necesitan respuestas efectivas a sus desafíos.
Ante la magnitud de este proceso electoral, que involucra la designación de 2.915 representantes a lo largo de todo el país, se hace un llamado urgente a un voto consciente y reflexivo. Cada ciudadano, en pleno ejercicio de sus derechos, tiene en sus manos la posibilidad de influir en la dirección que tomará su región o comuna en los próximos años. Aunque cada candidato esté alineado con un proyecto ideológico o una tendencia política específica, lo que debe primar es su compromiso con el bienestar y desarrollo de su comunidad, un compromiso que debe superar los límites de una gestión de cuatro años.
En este contexto, la información jugará un papel crucial. Es necesario acudir a las urnas con claridad y sin dejarse llevar por la confusión que pueden generar las cuatro cédulas electorales, donde cada trazo es una decisión que puede influir de manera significativa en el rumbo de las comunidades. Cada voto es un acto de confianza, una esperanza en que el candidato o candidata elegida cumplirá con las expectativas del cargo que ocupará. No se trata solo de una elección más: es la transferencia tácita del poder y la responsabilidad de representar los intereses de la ciudadanía.