Vivir en Ñuble es un privilegio que combina la riqueza de su historia, la belleza de sus paisajes y la calidez de su gente. Sin embargo, en los últimos años, muchos de nosotros hemos sentido de manera directa los efectos de una realidad económica adversa que golpea con fuerza, especialmente en las regiones más rezagadas. La pérdida del poder adquisitivo, la falta de opciones de ahorro y el aumento de la pobreza conforman un panorama que no podemos ignorar.
Chile ha experimentado una disminución sostenida del poder adquisitivo, y Ñuble no ha sido la excepción. En una región donde los salarios ya son bajos en comparación con la media nacional, el aumento de los precios de bienes y servicios básicos ha limitado aún más la capacidad de las familias para cubrir sus necesidades. Comprar alimentos, pagar cuentas o acceder a educación y salud se ha vuelto cada vez más difícil, incluso para quienes cuentan con empleo formal.
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A esta situación se suma la falta de opciones reales de ahorro. En un país donde la educación financiera sigue siendo escasa y los salarios no alcanzan para mucho más que cubrir lo básico, pensar en construir un fondo para emergencias o invertir en un futuro más estable es, para muchos, un lujo inalcanzable. Esta carencia de herramientas financieras perpetúa la sensación de inseguridad y frena cualquier intento de progresar.
El impacto más visible de esta situación es el aumento de la pobreza. En Ñuble, según datos recientes, cerca del 20% de la población vive en condiciones de pobreza, un porcentaje alarmante que no solo refleja la carencia económica, sino también una desigualdad estructural que limita las oportunidades de desarrollo en nuestras comunidades.
Como habitante de Ñuble, veo esta realidad a diario en mi entorno. Sin embargo, también creo que esta región tiene un enorme potencial para salir adelante. Tenemos una tradición agrícola que puede fortalecerse con innovación y tecnología, un capital humano lleno de talento y compromiso, y una identidad regional que nos une frente a las adversidades.
Pero no basta con buenas intenciones. Es necesario que las políticas públicas se diseñen con un enfoque territorial, considerando las necesidades específicas de Ñuble y promoviendo iniciativas que incentiven el ahorro, aumenten los ingresos familiares y fomenten el desarrollo económico local. Solo así podremos construir una región más equitativa, donde el progreso sea una realidad tangible para todos.
Ñuble merece más. Merece una oportunidad real de superar los desafíos que enfrentamos hoy y de construir un futuro en el que la pobreza sea un recuerdo del pasado. Como profesionales, trabajadores y habitantes, todos tenemos un rol que jugar en este desafío. Es hora de actuar con decisión y esperanza.