La amistad que se siembra en la infancia y se nutre durante la adolescencia es uno de los vínculos más puros y duraderos que puede tener el ser humano. Está tejida con los hilos de la inocencia, el desinterés y la empatía, características que solo nacen de un corazón joven y genuino. En un mundo donde las relaciones suelen medirse por intereses o conveniencias, estas amistades, forjadas en valores sólidos y metas compartidas, tienen la capacidad de convertirse en alianzas para toda la vida, capaces de sostenernos incluso cuando todo lo demás parece desmoronarse.
Un ejemplo inspirador de este tipo de lazos lo encontramos en los egresados del séptimo básico C en 1971 del Instituto Superior de Comercio de Temuco. Conocidos entre los 12 y 13 años, estos jóvenes de entonces compartieron las aulas, los sueños incipientes y los pequeños grandes desafíos propios de esa etapa de la vida. Hoy, 53 años después de egresar, su amistad sigue siendo un testimonio de que el tiempo y la distancia no tienen el poder de romper los lazos genuinos.
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A lo largo de estas décadas, han celebrado logros, enfrentado desafíos y llorado pérdidas. Algunos ya se han adelantado, dejando un vacío, pero también un legado de memorias compartidas. Los que permanecen, sin importar los caminos que hayan tomado, se reencuentran siempre con la misma emoción de aquellos primeros años, recordando que la verdadera amistad no se trata solo de estar físicamente presente, sino de habitar un espacio en el corazón del otro, donde la confianza y la complicidad son inquebrantables.
En esta época, donde las nuevas generaciones viven cada vez más a través de una pantalla, las amistades auténticas son más necesarias que nunca. Hoy, muchos jóvenes intercambian likes y comentarios, pero carecen de espacios reales para compartir y construir vínculos profundos. Mientras las redes sociales nos ofrecen la ilusión de conexión, estas relaciones digitales muchas veces carecen del calor humano que solo puede brindarnos el contacto directo. En lugar de vivir sus propias vidas, muchos caen en la trampa de añorar las experiencias que ven en los demás, desaprovechando los momentos únicos que tienen frente a ellos.
La historia de los egresados del Instituto Superior de Comercio de Temuco nos recuerda la importancia de cultivar amistades reales, esas que nos hacen mejores personas, aquella que nos enseñan que la amistad no es solo un refugio emocional, sino también un motor que nos impulsa a crecer y a enfrentar la vida con más fuerza y optimismo.
Los egresados del Instituto Superior de Comercio son una inspiración. Representan la posibilidad de construir un legado de afecto y camaradería que trasciende generaciones. Su historia nos invita a valorar a esas personas que caminan junto a nosotros en el presente, a fortalecer los lazos que nos unen y a recordar que, aunque los caminos sean diferentes, la verdadera amistad es un tesoro que trasciende el tiempo y las circunstancias.
Que buena columna y otras anteriores.
Esta de la amistad valor que crece desde la niñez me interpreta y estoy seguro que a muchos más.
Así como el 7C ha cultivado la amistad deben haber muchos más que se sentirán interpretados con lo escrito.
Felicitaciones