Al finalizar el año, muchos nos vemos atrapados en un remolino de pensamientos, donde las agujas del reloj parecen marcarnos una cuenta regresiva inexorable. Es como si el tiempo estuviera a punto de detenerse y, de repente, emprendemos una frenética carrera por hacer todo aquello que no logramos en los meses anteriores. Sin embargo, somos conscientes de una verdad incómoda: es imposible alcanzar en unos días lo que no se consolidó a lo largo de un año.
Durante este periodo, las reflexiones fluyen como un río caudaloso. Las conversaciones sobre objetivos y propósitos para el nuevo año se mezclan con brindis que alegran el alma y reavivan el espíritu. Las listas de metas aparecen y desaparecen, algunas compartidas entre amigos y familiares, otras guardadas en la intimidad. Pero en el fondo, todas giran en torno a una constante: el tiempo, ese boleto único que todos poseemos desde el día que nacemos.
El tiempo no discrimina. Para algunos, el boleto tiene muchos años por delante; para otros, menos. Pero el viaje es el mismo: un tren llamado vida que avanza sin detenerse. Y en ese trayecto, la mayoría de nosotros hacemos balance. ¿Cuánto hemos dado? ¿Cuánto hemos recibido? ¿Qué hemos dejado atrás? ¿Qué esperamos construir? Bajo ese análisis constante, olvidamos algo crucial: el desgaste natural de nuestro boleto. Con cada 31 de diciembre, sumamos un año más vivido, o dependiendo de la dirección, un año menos por vivir.
El 2025 llega a nuestras vidas como un libro nuevo, con páginas en blanco y un potencial infinito. Cada uno de nosotros tiene la oportunidad de decidir cómo llenar esos días, horas, minutos y segundos que aún no han sido escritos. Porque el tiempo es el recurso más valioso que tenemos y que no se puede comprar, un regalo irrepetible que no admite devoluciones ni retrocesos.
Que el boleto de la vida en este nuevo año lleve los sellos de todas las paradas necesarias para decir con orgullo: he vivido. Que cada estación sea una oportunidad para disfrutar, con dulzura o sin sabores, lo que nos toque. Porque la vida, con sus altos y bajos, es un trayecto único, y en cada parada encontramos lecciones, aprendizajes y momentos que construyen nuestra historia.
A vivir y disfrutar este 2025, que llega cargado de posibilidades, con la esperanza de que sepamos aprovecharlo al máximo. Brindo porque el tiempo sea el testigo de los sueños alcanzados, los abrazos sinceros y las decisiones valientes que nos acerquen a lo que verdaderamente importa.