En un mundo donde las adversidades muchas veces superan los límites de lo humano, las instituciones educativas Santo Tomás se han destacado por encarnar valores que trascienden el aula. A través de su compromiso con las comunidades más vulnerables, estudiantes, docentes y directivos trabajan de manera solidaria para llevar esperanza y soluciones concretas a quienes enfrentan condiciones de vida, a menudo, incompatibles con la dignidad.
Cada año, tanto en verano como en invierno, cientos de estudiantes de todo el país se suman a los trabajos voluntarios. Estas jornadas, realizadas bajo climas extremos, no son simples actividades recreativas, sino experiencias de vida que transforman tanto a quienes reciben ayuda como a quienes la brindan. En vez de disfrutar de un merecido descanso, los voluntarios deciden cambiar días de su receso académico por herramientas, materiales de construcción y convivencia en comunidad. Es un acto de generosidad pura, donde el deseo de servir supera cualquier comodidad.
En este contexto, es imposible no destacar el impacto de estas iniciativas. En medio del verano, muchas familias enfrentan la incertidumbre de no contar con un hogar adecuado para resguardarse. Gracias al trabajo mancomunado de los voluntarios, estas realidades comienzan a cambiar. Techos reparados, pisos aislados del frío y muros reconstruidos son más que mejoras habitacionales; son actos de amor que devuelven la dignidad y fortalecen la esperanza. Las sonrisas de quienes reciben esta ayuda son el testimonio vivo de que el esfuerzo colectivo puede cambiar realidades.
Pero los trabajos voluntarios no solo benefician a las comunidades atendidas. También representan una poderosa lección de vida para los estudiantes. Desde compartir los espacios de descanso y comida hasta trabajar bajo el sol abrasador o la lluvia incesante, cada momento refuerza valores como el compañerismo, la empatía y la resiliencia. Quienes participan descubren que no se necesita mucho para hacer una diferencia: basta tener voluntad, entregar un poco de esfuerzo y compartir el deseo genuino de ayudar.
Estas experiencias también dejan una huella profunda en su formación profesional e integral. En Santo Tomás entendemos que educar no se limita a impartir conocimiento técnico. Formamos profesionales del presente y del futuro con conciencia social, valores éticos y un compromiso inquebrantable con la comunidad. Porque al final del día, no se puede ser un buen profesional si primero no se es un buen ser humano.
Así, año a año, esta labor se convierte en un testimonio de cómo las instituciones educativas pueden ser agentes de cambio. No solo formando profesionales competentes, sino ciudadanos comprometidos con un mundo más solidario. En cada familia que enfrenta el verano en un hogar digno, en cada estudiante que regresa transformado, está la prueba de que los valores no son solo palabras: son acciones que cambian vidas.