El verano quedó atrás. Parece que fue ayer cuando hicimos las maletas, cuando sentíamos la brisa del mar, la paz del lago, el aire fresco de la montaña o la tranquilidad de ese descanso tan esperado. Pero como todo en la vida, las pausas son momentáneas. La rutina nos llama, y con ella, el país despierta.
Para muchos, el regreso de marzo no es solo una vuelta al trabajo, sino la activación de un engranaje mayor: el de la educación. La apertura de escuelas, liceos, institutos y universidades marca un punto de inflexión en la vida cotidiana de Chile. No es casualidad que el llamado “súper lunes” se haya convertido en un símbolo del inicio del año productivo. Es el momento en que miles de personas retoman sus responsabilidades, los estudiantes vuelven a clases, los padres reorganizan sus horarios y el transporte público recupera su intensidad habitual.
Pero más allá de las complicaciones del tráfico y los nuevos desafíos que trae el año, hay una realidad innegable: la educación es el pilar que sostiene la economía del día a día. Cada niño que asiste a clases, cada joven que ingresa a la educación superior, genera un movimiento que va mucho más allá del aula. Desde el chofer del bus que transporta a los estudiantes hasta la señora del casino que prepara los almuerzos, desde el librero que vende útiles hasta el profesor que inicia su jornada, todos forman parte de un engranaje productivo que mantiene al país en marcha.
Este año, en lo personal y profesional, enfrentamos el desafío de la acreditación del Instituto Profesional Santo Tomás. Es un proceso que exige compromiso, trabajo en equipo y dedicación. Pero más allá de nuestra institución, este esfuerzo refleja una verdad más grande: la educación no solo transforma vidas individuales, sino que impacta en la sociedad en su conjunto.
Por eso, dar la bienvenida a marzo es más que aceptar el fin de las vacaciones. Es entender que el trabajo y la educación son las bases del desarrollo. Y sí, los días de descanso volverán, pero mientras tanto, queda mucho por construir. Al final de cada jornada, lo importante es poder decir con satisfacción: “Me voy con la certeza del deber cumplido”.
A levantarse, a trabajar, a educar. Cuando todos cumplimos con nuestra labor, Chile avanza. Cada acción, por pequeña que sea, impulsa el desarrollo. Trabajar es construir futuro, educar es formar ciudadanos. Si asumimos nuestro rol con compromiso, el país se mueve, no solo con grandes decisiones, sino con esfuerzo diario que se hace desde lo individual y desde lo colectivo.