Para quienes hemos crecido cerca del mar o simplemente hemos aprendido a admirarlo, honrar su presencia, su generosidad y su historia es parte de lo que somos. Chile, con sus 6.435 kilómetros de costa, ha encontrado en el océano Pacífico no solo una fuente de vida y sustento, sino también un espacio donde se forja nuestra identidad como nación. El mes del mar —y en especial el 21 de mayo, Día de las Glorias Navales— nos invita a mirar hacia esa inmensidad azul con memoria, gratitud y responsabilidad.
En Ñuble, aunque nuestras costas son más discretas en extensión, su influencia es profunda y cotidiana. Desde Cobquecura hasta Buchupureo, las comunidades costeras viven en estrecha relación con el mar, no solo como sustento económico, sino como cultura viva. El mar llega a nuestras mesas en forma de merluza, piure, machas y locos. Llega a nuestras ferias, a nuestros mercados, y también a nuestras historias familiares. Es parte de nuestra memoria territorial y de nuestra proyección futura.
Las aguas frías del Pacífico, moldeadas por corrientes australes y la cercanía con la Antártica, han permitido el desarrollo de ecosistemas marinos únicos. Nuestro país posee una de las zonas económicas exclusivas más extensas del planeta, y con ella, una responsabilidad mayúscula: cuidar una biodiversidad que es patrimonio no solo nacional, sino mundial.
Hoy, sin embargo, ese mar generoso enfrenta amenazas profundas: la sobrepesca, la pesca ilegal, la contaminación por plásticos y combustibles, el descontrol en la industria salmonera y la escasa fiscalización sobre prácticas que dañan los fondos marinos. También vemos cómo los ciclos de reproducción natural son interrumpidos, dejando consecuencias tanto ecológicas como sociales.
En Ñuble, proteger el mar también es defender a quienes viven de él. Pescadores artesanales, recolectoras de orilla, mujeres y hombres que sostienen oficios heredados por generaciones, hoy enfrentan incertidumbre frente al avance de prácticas extractivas insostenibles y al cambio climático.
El mar nos habla de soberanía, de historia y de futuro. Honrar su legado no se limita a recordar las gestas heroicas del pasado. Implica legislar con sentido común, educar desde la infancia con enfoque ecológico y actuar con compromiso colectivo. Porque si algo nos enseña el mar, es que todo lo que toca, lo transforma. Y nosotros también debemos transformarnos para protegerlo.