Un vuelo rasante por los portales oficiales de la Dirección de Presupuestos (DIPRES) y del Gobierno Regional de Ñuble permite dimensionar el verdadero volumen de inversión estatal que, desde 2018, ha llegado a la región más joven del país. La cifra no es menor: aproximadamente $30 mil 781 millones de pesos han sido inyectados en estos siete años, contemplando fondos de royalty minero, concursos de desarrollo social y económico, inversión en salud, infraestructura y programas de emprendimiento.
Aunque las prioridades nacionales de inversión están bastante delineadas, en Ñuble el ranking es claro: Infraestructura e Innovación y Emprendimiento se disputan el primer lugar, con unos $12 mil 523 millones asignados a cada área. Muy por detrás, aunque con un peso nada despreciable, aparecen los recursos provenientes del royalty minero, distribuidos entre las 21 comunas de la región y que suman más de $9 mil millones.
Estas cifras no son abstractas: se traducen en viviendas nuevas, mejor conectividad vial y un fuerte impulso a la cultura emprendedora que en Ñuble ha ido ganando espacio. De hecho, los recursos destinados a los gobiernos municipales también reflejan la relevancia que ha cobrado la inversión pública en la dinamización de una economía históricamente dependiente del sector privado.
Pero en medio de estos avances, persisten contradicciones difíciles de ignorar. Ñuble es una región con alta ruralidad, que se ha consolidado como exportadora de frutos rojos y otros cultivos, y sin embargo Agricultura y Riego ocupan el último lugar en la lista de asignaciones, con apenas $1.032 millones enfocados en equipamiento agrícola y bonos de riego.
Para entender mejor la magnitud de estos montos, basta comparar: el nuevo Hospital Regional de Ñuble tiene un costo estimado de construcción y dotación de unos $295 mil millones. Si hiciéramos el ejercicio de dividir ese costo entre los $30 mil 781 millones totales recibidos en siete años, podríamos financiar alrededor de 104 hospitales de alta complejidad. La cifra muestra que, aunque los montos parecen grandes, el gasto público es diverso y debe cubrir desde infraestructura vial hasta programas de innovación.
Así, es innegable que Ñuble ha avanzado. Sin embargo, aún queda un trecho considerable para que los fondos públicos no sea la única locomotora económica de la región más pobre de Chile. Esta inyección de recursos es apenas la base de un proceso que exige continuidad, foco y participación local, si de verdad se quiere construir un territorio con oportunidades equitativas y sostenibles hay que ser una región abierta a la inversión privada.