Si hay algo que todas y todos los chilenos tenemos claro, es que este año, en materia política, será muy distinto a todos los anteriores. Esto, ya que las movilizaciones iniciadas en octubre 2019 y que se prolongan hasta el presente, abrieron la puerta para poder dejar entrar las demandas justas que por años han sido postergadas.
Estas demandas, tienen una oportunidad real y directa de concretarse (paulatinamente algunas, otras inmediatamente) en el año que comienza. Y un espacio propicio para poder conjugar de la mano de la ciudadanía, el avance de tales demandas y anhelos, es el Municipio. Un Municipio, es un gobierno local, que, según el DFL (Decreto con Fuerza de Ley) N°1, del 2006, actúan como “corporaciones autónomas de derecho público, con personalidad jurídica y patrimonio propio, cuya finalidad es satisfacer las necesidades de la comunidad local y asegurar su participación en el progreso económico, social y cultural de las respectivas comunas”. Destaco aquellos conceptos que creo centrales: satisfacer necesidades; asegurar progreso económico, social y cultural.
Las Municipalidades, como hoy las conocemos, son herencia de la dictadura militar, la que, por medio de reformas, impulsó su ya conocida subsidiaridad y desestatización (minimizar el Estado en relación a los derechos sociales y sus garantías) lo que, a la larga, profundizó el distanciamiento de la sociedad con la política participativa real y afianzó las lógicas neoliberales en los Gobiernos locales.
Por eso, nuestra tarea, en medio de movilizaciones a nivel nacional, junto con aprobar una nueva constitución por medio de convención constituyente, es exigir la democratización de las Municipalidades. Para esto, se debe des-alcaldizar (clarificar el accionar del Alcalde en materias sensibles como Salud y Educación) la gestión municipal. Los sancarlinos, como todo el país, tienen una oportunidad de emplazar a quienes quieran ser Alcaldes e invitarlos a debatir al respecto.