Conocí a Elisa en Santiago cuando dudaba en cómo seguir con sus estudios, versus sus apremios respecto a cómo financiarlos. Definitivamente sus padres no podían ayudarla. A pesar de gustarle los idiomas europeos y mucho la lectura, Elisa termina sacando el título de enfermería. Era una decisión práctica y muy concreta con la cual además complacía a sus padres: iba a tener un sueldo seguro. Recién egresada y con un mar de dudas, se trasladó bien al sur a una comuna de la carretera austral. El sueldo era atractivo y más aún pagaban muy buena asignación de zona por la lejanía. Había ganado un concurso público en el sistema de salud. Pero a poco andar la acusan de “conflictiva” por reclamar acoso laboral de un superior, por negarse a cumplir una flagrante arbitrariedad. En unos pocos meses la despiden bastante ingratamente. Le duele a fondo porque además de eficiente, era la primera en llegar a su trabajo y la última en irse. Pero como le gustaba la maravillosa naturaleza de la zona decide quedarse. Y decide abrir, en su misma casa para rebajar costos, una tienda de ropa europea de segunda mano. Lucha por sobrevivir los primeros meses, pero ya su gusto evidente de emprender independiente, sin presiones de jefes progresivamente empieza a atraer a clientes. Y de pronto su local se llena de extranjeros: allí encuentran la ropa apta de sus expediciones y además conversación en su propio idioma. La recomiendan a otros como “parada fija” antes de la ruta del gran cordón montañoso. Como está en su casa, ya incluye en su local mate, café y libros mientras escogen la ropa. Cada día siente más placer con su trabajo y cada vez lee más libros de viajes. Por eso, como Elisa lo experimenta en sí misma, cada día hace sentir más placer a quienes ya son sus clientes-amigos. Y puede orientar mejor a sus visitas pues ya son mucho más que compradores. La conversación “mateada”, café con whisky y sopaipillas, es muy atractiva para todos: abre tarde y cierra tarde. Resultado: lo que menos hace es “esfuerzo por vender” porque para los visitantes se vuelve algo secundario, y por eso mismo más obvio porque la dueña de la tienda se interesa en sus vidas y en sus viajes. Señora y jefa de su tiempo, vive el día como toda una experiencia de gozo, con tanta o más pasión como la aventura que en la Patagonia sienten sus clientes mochileros. Hasta los recibe de vuelta como amigos donde les pregunta sus aventuras. Elisa ha comenzado ya a registrar y coleccionar esas fascinantes historias que le relatan sus clientes. Hasta piensa un día en escribir un libro.
Cuando un día supe casualmente de cómo le estaba yendo a Elisa en el sur, de inmediato me acordé de un famoso consejo de A. Einstein a los estudiantes de Princeton : “El secreto de nunca tener que trabajar es enamorarse de lo que uno hace”. ¡Claro!, pues si te cuesta levantarte de la cama por las mañanas, es porque no has descubierto tu misión personal. Tener una finalidad en la vida supone estar realmente vivo. Y esto supone casi no contener tu elevado nivel de entusiasmo por el día que se avecina. Tu misión personal es un llamamiento que procede de tu interior. Porque se trata de tu genio o ángel propio, que al parecer te escoge antes de nacer. Los griegos lo llamaban daimon, el “genio” que vino al mundo como gemelo de tu alma. Ese propósito es tu esencia y tu razón de ser, la razón por la cual viniste a este mundo. Pero a veces cuesta dar con él dado que no siempre se manifiesta tan claramente. Por eso que aquí te daremos unas pistas:
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1. Un criterio esencial para tener una “vida lograda” es precisamente éste de Elisa: sentir a diario el don y el gozo de estar vivo. Porque la vida no se mide por los descansos que nos tomamos, sino más bien por los momentos que nos han robado el aliento. Y aquí cabe preguntarse ¿Qué experiencias de tu pasado (conversaciones, viajes, peligros, hobbies, lecturas, etc.) han resonado profundamente en tu corazón? ¿Qué sientes tú que te hace vivir de verdad y no solamente “ahí, llevándola” para a fin de mes rescatar un sueldito”?
2. Huye de los ambientes sin desafíos, allí donde te cortan tus alas mejores, donde lo único que importa es cumplir lo formal de horarios y no la transformación de los entornos para el buen vivir. Triste que en Chile lo laboral parece diseñado para hacer infeliz a la gente mientras trabaja. El trabajo debe ser un espacio de creatividad y mejora personal, no un matadero en serie donde se desangran los mejores talentos de las personas.
3. Asume lo que te vuelva loco/a. Más allá de tu miedo a contrariar a tus jefes y a lo políticamente correcto, asume el riesgo de ir a extraer el oro de lo que –aunque aparentemente muy lejano- desde siempre se te asoma irresistiblemente atractivo. Sigue tu gozo pleno, lo que enamora a tu alma, según la guía de una imagen singular, estrella que solo para ti brilla y se hace luz. “Cuando la persona es incapaz de volverse loca por algo está muerta”, decía Darío Salas Sommer, un enorme filósofo chileno. Todos debemos tener algo por lo cual nos volvamos locos; una fuerza tan grande como la que movió a Miguel Ángel en los andamios de la Capilla Sixtina que lo hacía trabajar 14 horas seguidas. “Eso que vuelve loco a la persona lo puede llevar a lo espiritual”, decía Darío Salas: “poder ver la realidad tal como esta es, más allá de la hipocresía, las fantasías, los prejuicios y las emociones mecánicas”.
Así a los 27años, Elisa había encontrado, si no los pinceles y los colores de su gran Propósito, al menos los andamios para empezar a pintar la propia “capilla Sixtina” de su realización personal. Había encontrado –al menos en esa etapa de su vida- la rama donde mejor cantaba el pájaro de su alma. Es decir, mediante un brusco despido laboral de por medio, el ave de su daimon se empezaba a despertar para encontrarse verdaderamente a gusto.