Hemos vivido tiempos agitados en un contexto adverso, lo que en reiteradas ocasiones ha desencadenado en violencia y destrucción de espacios públicos y privados, en una lucha por la tolerancia desde la intolerancia, que ha culminado en actos vejatorios que atentan contra la libertad y seguridad de las personas. ¿Este es el tipo de país en el que queremos vivir? ¿Queremos transformarnos en una sociedad en la que podemos destruir el espacio público, quemar iglesias y sentirnos líderes sociales?
Nelson Mandela se atrevió a liderar un país completamente dividido y jamás, entre sus estrategias, estuvo la violencia, nunca buscó luchar e intensificar las diferencias; por el contrario, llamó constantemente a la unidad, pues creía que “derribar y destruir es muy fácil. Los héroes son aquellos que construyen y que trabajan por la paz”.
Quemar Iglesias, destruir paraderos, calles y espacios públicos jamás nos llevará a ser un mejor país, no respetar a los otros no nos convertirá en buenas personas y mucho menos en una sociedad más consciente. Si queremos liderar debemos hacerlo desde la fraternidad y, tal como lo indica el Papa Francisco en su última encíclica, Fratelli Tutti, “frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras”. Es decir, actuemos, pero que nuestro camino esté guiado por el amor, la solidaridad, la caridad y la justicia, busquemos una respuesta a los problemas desde la bondad y no desde la ira o el rencor.
Avancemos a través de la ética, la probidad, busquemos espacios de encuentro y, sobre todo, respetemos profundamente la dignidad de cada persona. La invitación no es sólo a soñar, sino que también a construir, desde pequeñas acciones, un Chile en el que la fraternidad y el amor al prójimo sean el fundamento de nuestro actuar.