Tras la crisis sanitaria mundial que estamos viviendo, han surgido una serie de debates, críticas y cuestionamientos sobre cómo los gobiernos están enfrentando, conforme a sus recursos y gestiones, esta pandemia que azota a todo nivel social y etario, con el fin de evitar que el tamaño de contagiados aumente de forma estrepitosa, pero, ante todo, que el número de muertes no llegue a niveles insostenibles. Lamentablemente para algunos países esto se les ha escapado de las manos por el número de contagios y decesos, especialmente Estados Unidos que es la gran potencia mundial, y que hasta el momento tiene la mayor cantidad de fallecimientos, y a la tan elogiada, equitativa y progresista Suecia que tiene la tasa de mortalidad (proporción de muertes por la cantidad total de habitantes) más alta del mundo. Debido a esto uno pensaría ¿qué nos queda a nosotros?
Esta pregunta es un gran dilema que debemos enfrentar todos, por eso es necesario no solo descansar en la capacidad de nuestros gobiernos (son los mayores responsables) sino que cada uno de nosotros cumpla las indicaciones (el uso de mascarilla, el distanciamiento social, evitar aglomeraciones, mayor higiene, entre otros), porque una de las características más visibles de un país que se encuentra o está próximo al desarrollo no es solo su gran crecimiento económico (aunque esto es vital) sino su avance integral en todas las áreas, especialmente en la capacidad de ciencia, innovación y tecnología, y en una responsabilidad ciudadana. Aquellos países que aún tienen una mirada paternalista del funcionamiento del Gobierno y del Estado se les hace muy difícil que sus ciudadanos logren una madurez cívica, más aún si a eso le sumamos la carga cultural de indómitos que hemos arrastrado los chilenos desde antes que fuésemos República.
Pero no quiero dejar de lado a los que tienen la mayor responsabilidad en el país, que es el Gobierno y el Congreso, porque es allí donde se tiene el poder para tomar decisiones que nos afecta a todos. En este sentido creo que el Gobierno ha tratado de actuar relativamente bien dentro de lo posible, sin embargo, su capacidad comunicacional es horrible y los errores en la transparencia de datos que ellos mismos reconocieron ha provocado una mayor incertidumbre y termina por casi sepultar su credibilidad. Por otro lado, vemos a un Congreso que demuestra dos realidades, un Oficialismo lento en reaccionar frente a las necesidades actuales y urgentes, pero también una Oposición que a simple vista parece que solo busca poner tropiezo a la actual Admin-istración para triunfos egoístas y desubicados con la realidad actual. Por todo esto, creo que es tiempo de actuar con responsabilidad compartida, cooperación y unidad nacional para vencer a nuestro enemigo común que es este virus.