Corrían los primeros días de septiembre del 2007 cuando la televisión abierta mostraba otra de las películas patrióticas en honor al bicentenario, en este caso se trataba del film Diego Portales, la fuerza de los hechos, donde podíamos conocer el paralelo de la vida personal con los sucesos políticos de este personaje importante en la historia de Chile. Una de las escenas más destacables fue cuando se veía a un “Triministro” Portales que manejaba las estadísticas más esenciales que todo hombre de Estado debería conocer. Con una actitud bastante crítica a la élite gobernante, Portales se consolidaba como la figura del Ministro ideal no solo para la época sino también como una referencia a las futuras generaciones. Más allá de si las capacidades intelectuales de Diego Portales fueron ciertas o simplemente se trataba de una absorción del poder conforme a su visión centralizada y autoritaria del gobierno, podemos ver que su ideal político se pudo ver plasmado en el aporte de expertos e intelectuales de los gobiernos conservadores.
Pero ¿qué relevancia tiene esto con la política actual? En este tiempo se comparte la idea de que los Ministros deben ser personas expertas en la materia a la que están al mando, dada las exigencias y complejidades que la sociedad demanda, y esto parece haberlo percatado muy bien el Presidente Piñera en su primer mandato, pero para sorpresa de muchos resultó ser un fracaso político debido a la nula capacidad comunicacional de sus ministros expertos. Ser ministro es estar en un cargo político, no solo porque representan al Presidente, sino porque son figuras expuestas a la opinión pública y al juicio político. Sin embargo, el Gobierno de Piñera parece no haber aprendido la lección de la importancia de utilizar un buen lenguaje en su segundo mandato.
En este apartado, quisiera destacar al ya exministro de salud Jaime Mañalich, defendido por los leales al Gobierno, impopular para el común y detractado con mucha intensidad por la oposición. Pero seamos justos en la evaluación, hay que criticar lo malo, pero también reconocer lo bueno. El exministro es un experto en epidemiología clínica, logró un buen trabajo con sus colaboradores en generar que la tasa de mortalidad sea bastante baja en comparación con países mucho más desarrollados que el nuestro, sin dejar de lado el despliegue de recursos para enfrentar el virus. Por otro lado, vimos serios problemas estadísticos, donde se podría acusar de falta de transparencia en la cantidad de muertes, algo muy sensible para cualquiera.
Sin embargo, me atrevo a decir que dicho problema solo fue el broche de oro para que fuera removido del cargo, porque lo que realmente determinó su impopularidad y cuestionamiento fueron sus declaraciones totalmente inadecuadas en el proceso de esta pandemia, una entregada en bandeja a un sector político caracterizado por el caricaturismo y manipulación del lenguaje para el dominio de las masas. Ciertamente la capacidad comunicacional de Mañalich fue letal para su actualidad y futuro político, y nos deja como enseñanza que un Ministro sin Política, es decir, sin un buen lenguaje comunicacional, sencillamente es un pecado difícilmente perdonable en estos tiempos.