Mi familia es de Quinquehua Cato, un pueblo a 25 kilometros de Chillán, entre la depresión intermedia y precordillera de los Andes. De tierras fértiles que dan alimento y trabajo a sus habitantes. Al igual que otras poblaciones rurales, está rodeado de fundos agrícolas, en este caso: Los Canelos, El Romeral y el Alazán.
Históricamente, ha sido un sitio de extracción de áridos para la pavimentación de la carretera hasta Tres esquinas de Cato, por lo que cuenta con dos -calicheras-. Que, con el paso de los años modificaron el paisaje y se transformaron en humedales. Con amplia biodiversidad íctica y en avifauna, funcionando como punto de encuentro para especies que migran desde los manchones de bosque nativo.
Además de brindar beneficios ecosistémicos al humano, con la posibilidad de instalar una copa de agua potable y la utilización del agua superficial para regadío de chacras.
Actualmente, estos ecosistemas se ven amenazados por la falta de lluvia, deforestación, los microbasurales y zonas de relleno, mermando la reserva de agua, llegando a secarse en los meses de verano, además de perros asilvestrados que atacan los nidos.
Lo curioso es que dentro del Pladeco de la Municipalidad de Chillán, la laguna de Quinquehua está contemplada como Área Verde (ZAV) imposibilitando la construcción dentro de su polígono. Ahora, con la nueva Ley de humedales urbanos (21.202), es importante saber que los Municipios deben hacer un catastro de sus humedales, proponerlos al Ministerio de Medioambiente y desarrollar una ordenanza municipal para asegurar su protección.
Por ello se hace necesario comenzar a reconocer y catastrar estos sitios de importancia ecológica, ocupando diferentes herramientas técnico-profesionales para levantar información de sus bondades, con el fin de restaurar y conservar estos sitios de la mejor manera.
Como recomendaciones les dejo el disco “Canto para una semilla” de Inti-illimani.