Este mes Louise Brown cumplió 42 años. Con su fecha de nacimiento se recuerda la llegada de la primera persona en nacer por fertilización in vitro (FIV), siendo esta la razón por la que fue conocida mundialmente como la “bebé probeta”. De esta forma, lo que en 1978 respondía a un proceso altamente experimental y riesgoso, hoy es un método que ha desarrollado nuevas técnicas e involucrado el uso de tecnologías que han dado mayor efectividad, tanto así que ya en el 2018 la European Society of Human Reproduction and Embryology (Eshre) calculaba que más de “ocho millones de niños habían nacido por fecundación in vitro y otros tratamientos avanzados de fertilidad en el mundo”.
La OMS define la fecundación in vitro como un procedimiento relacionado a la tecnología de reproducción asistida, mediante el cual se da lugar a la fertilización extracorpórea, es decir, fuera del cuerpo de la madre. Pretende que, lo mismo que pasa de forma natural en el útero, ocurra en un laboratorio, donde a través de la tecnología se manipulan los óvulos y espermatozoides y, luego de estar en una incubadora, se implantan en el útero con la finalidad de conseguir el embarazo.
El permitir que la tecnología interfiera en la procreación ha llevado a que algunos Estados tomen decisiones que atentan contra la moral y contra la dignidad de las personas, además de ir en contra del principio del don de la vida humana. Un claro ejemplo es lo que sucedió en el 2013 cuando el gobierno británico, con el objetivo de ayudar a las parejas con riesgo de transmitir ciertas discapacidades severas, decidió presentar un proyecto de ley para permitir la fertilización in vitro usando material genético de terceras personas para crear un bebé.
Por otro lado, tenemos el caso de España donde cada vez hay más parejas que plantean “querer abortar” cuando el feto viene con malformaciones. De este modo, aunque la evidencia es que, de cada 750 concepciones en el mundo, una presenta trisomía del par 21 (referido a cromosomas), la prueba de la amniocentesis y la ley del aborto han cambiado esta estadística. Según las estimaciones de la Federación Down España uno de cada 1.100 niños nace con el síndrome del cromosoma 21; un 30% menos que la regla general.
En Evangelium Vitae (1995) SS Juan Pablo II reconoce el valor sagrado de la vida humana desde su inicio hasta su término y afirma el derecho de cada ser humano a ser respetado totalmente. De la misma forma, la Constitución de Chile, en el primer artículo del título I, expresa claramente que “las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos” y asegura a todas las personas “el derecho a la vida y a la integridad física y psíquica”. Más allá de eso, declara explícitamente que “la ley protege la vida del que está por nacer” (Constitución Política de 1980, art. 1, título III).