En las últimas semanas hemos sido testigos de dos importantes noticias cuyas temáticas no parecen tener relación alguna más allá de los nombres.
Por un lado, está la Ley Dominga, que consiste en un protocolo universal que ayudará a los padres que sufrieron la muerte gestacional y/o muerte perinatal de sus hijos.
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Dentro de las medidas que se intentan implementar es una asistencia inmediata y un seguimiento multidisciplinario que contempla la ayuda de matronas, psicólogos y psiquiatras. También busca dar un grado de reconocimiento de la muerte de un hijo más allá de las semanas de gestación u horas de vida después del nacimiento, como por ejemplo, la identificación del nombre, sexo, estatura, peso y hora de nacimiento.
Por otro lado, tenemos a Dominga, un proyecto minero que involucra la extracción de hierro y cobre, pero además, un puerto para exportar dicha producción y una desalinizadora, que servirá para no utilizar agua dulce. Este proyecto estaría ubicado en la zona norte del país, específicamente en la comuna de La Higuera, provincia de Elqui, región de Coquimbo.
El proyecto en cuestión no ha estado exento de polémicas, porque en primera instancia fue rechazado en el 2017 por la Comisión de Evaluación Ambiental de Coquimbo y el Comité de Ministros del Servicio de Evaluación Ambiental. Tras una apelación judicial ante la Corte Suprema, se volvió a presentar a votación ante la Comisión Ambiental de Coquimbo, donde se dio luz verde con una amplísima mayoría.
Pero la polémica más grande se debe al impacto medioambiental que conlleva este proyecto, ya que la instalación de Dominga quedaría cerca del Archipiélago de Humboldt con otras islas e islotes que preservan uno de los más preciados ecosistemas del planeta. Por lo tanto, es perjudicial por los riesgos que conllevaría al ecosistema marino.
Después de relatar todo esto, cabe preguntarse qué relación hay en ambas Domingas y, ciertamente, más allá de la coincidencia de nombres se trata del respeto y reconocimiento por la vida humana y la del planeta. Bajo esta premisa, y bajo el esfuerzo por lograr una consecuencia de valores, creo que no deben existir dobles lecturas, pues con el mismo ímpetu que nos opondríamos a un proyecto minero (algo que traería beneficios económicos, entre ellos, la generación de empleos) que perjudicaría el medio ambiente, se debería defender la vida humana del que está por nacer, lo que conllevaría a una negativa contra el aborto inducido bajo justificaciones de libertad personal e incluso económicas.
Me explico: la negativa a un proyecto minero se debe a los efectos negativos que tiene para el ecosistema de otras especies (y para nuestra especie de seguro). Por eso, estamos dispuestos a restringir derechos como la libertad de emprendimiento y de trabajo de otras personas; porque se considera que salvaguardar la vida del planeta es un valor superior. Sin embargo, los argumentos de los partidarios del aborto (más allá de si es con causales o libre) consisten precisamente en el derecho de libertad, y a veces, apelando a un derecho económico (sí, algunos recurren a la pobreza como justificación del aborto).
La inconsecuencia y contradicción se hace aún mayor cuando de manera unánime se aprueba en la Cámara de Diputados una ley cuyo objetivo principal es el reconocimiento humano de aquellos bebés que murieron en el vientre o a las pocas horas de nacer, pero tiempo atrás se celebraba la aprobación del aborto. Más aún, cuando se decía que el aborto es un tema de salud pública y tener, con esto, una excusa para eliminar la vida del que está por nacer, pero, por otro lado, apoyar sin cuestionamiento alguno una ley como Dominga.
Con todo lo anterior, no se trata de hacer notorio el defecto humano de la contradicción o la inconsecuencia, porque todos caemos en ello en alguna u otra forma y medida. Más bien, es un llamado a que nos esforcemos por respetar el derecho más importante de todos: el derecho a la vida, que es lo básico de la dignidad humana, sin la cual, ningún derecho de libertad y propiedad puede existir.