Navidad, fecha donde florecen los valores

La Navidad no es solo un evento mundial de celebración, sino un espacio de reflexión y esperanza arraigado en lo más profundo de muchas culturas. Para algunos, representa la conmemoración del nacimiento del Niño Dios, para los cristianos, o un momento donde las familias se reúnen, se consolidan los lazos afectivos y se reviven recuerdos entrañables. Es un período donde los valores inherentes a la humanidad adquieren una relevancia sin igual.

La época navideña se convierte en un faro de solidaridad y empatía, donde el compromiso con la familia y la comunidad se vuelve más evidente. La responsabilidad se funde con el deseo y la empatía se mantiene a flor de piel, la cual se hace más evidente ante aquellos que tal vez sólo necesiten un trozo de pan, mientras otros con las mesas repletas de comida y el pie de árbol lleno de regalos pueden cargar con el hambre en el alma imposible de saciar.

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En este tiempo de anhelos y demostraciones de valores, la generosidad se viste con el manto de la educación, arraigada desde los hogares y palpable en las jornadas de solidaridad, en especial para los niños y niñas, ya una tradición arraigada. En los últimos años, como sociedad, hemos extendido esta atención y acompañamiento a los adultos mayores longevos, siendo herramientas vitales para el progreso humano.

En Navidad, estos valores se materializan en acciones tangibles, como aquellos reyes que llegaron del Oriente a Belén para llevar alegría. Todo comienza con una reflexión individual, evaluando sin caer en absolutos cuánto hemos dado y recibido, en qué papel nos encontramos, como dadores o receptores, quizás ambos.

Las reflexiones pueden ser profundas, pero la Navidad, consciente o inconscientemente evocadora de nostalgia, nos concede tiempo para evaluar logros individuales o colectivos, desaciertos, tareas pendientes y metas inconclusas, pero también para celebrar lo vivido.

En esta Navidad, como en muchas otras, persistirán conflictos mundiales, personas atravesando momentos difíciles, e individuos que no encuentran en estas fechas un tiempo para el encuentro. Siempre habrá quien señale el aspecto comercial de estos días, equiparándolos incluso al día de las madres en términos de ventas.

Pero, independientemente de las posturas, estos días siempre valdrán serán importantes, sin caer en romanticismos, porque estarán presentes la risa de un niño, ojos que destellan alegría, abrazos de seres queridos y la unión familiar en torno al sabor de la comida, aderezada con el ingrediente más vital: el amor. La Navidad es un espacio para la alegría, la celebración y para forjar recuerdos que trascienden el tiempo.

Esta sección es un espacio abierto, por lo que las opiniones vertidas aquí pertenecen exclusivamente a su autor y no necesariamente representan una mirada editorial.

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