Análisis internacional

Rusia y Ucrania: Una lucha territorial por el poder entre Oriente y Occidente

El avance, desde hace un año, de tropas rusas en tierras ucranianas sólo es la punta del iceberg de un conflicto que tiene raíces en antiguos imperios y la Primera Guerra Mundial. El final del conflicto aún es lejano y es posible que los poderes beligerantes se “multipolaricen”, asegura una experta.
Collage: Motín en Donetsk, de Andrew Butko; y la periodista Telma Luzzani.
Collage: Motín en Donetsk, de Andrew Butko; y la periodista Telma Luzzani.
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Hace exactamente un año las tropas militares de Rusia, bajo la orden de Vladímir Putin, ya avanzaban por tierras ucranianas. En un hecho sin precedentes en la historia de Occidente durante el Siglo XXI, había iniciado una guerra que hoy sigue a flor de piel.

Hechos como la explosión del dique de un embalse (en Artiómovsk) y la preparación de Ucrania para atacar a Crimea bajo el mandato de Vlododimir Zelenski son postales de un conflicto que está lejos de terminar.

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Desde agosto de 2022 las declaraciones están enfocadas en recuperar las ciudades a través de cualquier medio, sin consultar a ningún país y sin ninguna posibilidad de negociar con la que hasta 1991 fue la cabeza de la Unión Soviética.

En este artículo especial de LA FONTANA, analizaremos algunas de las aristas tras este hecho bélico que, como ningún otro desde los 2000’ en adelante, ha acaparado las portadas de toda la prensa de Occidente.

Estados Unidos, Moscú y la ONU

Xavier Granja Cedeño – Consejo de seguridad de las Naciones Unidas

Hoy por hoy, desde Washington el apoyo a Ucrania ha puesto foco en lo que ocurre con Crimea, una península que en 2014 fue invadida y anexada por los rusos. Estados Unidos sostiene que Ucrania posee legitimidad sobre el territorio y el objetivo de la Casa Blanca es que la administración Zelenksi lo recupere.

Mientras, el gobierno ruso ha asegurado que, si Ucrania ataca Crimea, la respuesta será “rápida y contundente”. Así lo advirtió el propio Consejo de Seguridad de Vladímir Putin.

A un año de empezado el conflicto, hace unos días la Organización de Naciones Unidas se reunió para abordar el asunto. Con un órgano para debatir al respecto, la 11ª sesión especial de emergencia planteó la necesidad de la retirada de los rusos de Ucrania y el cese al fuego.

En la instancia, fue presentado a la ONU un texto del gobierno ucraniano para dar a conocer la solicitud de retirada. Sesenta países lo aprobaron, siete se opusieron y 32 se mantuvieron al margen.

Mientras, el gobierno de Zelenski sigue solicitando a los países miembros de la ONU que aumenten su apoyo al país mediante diplomacia, no causar daño a la población civil o bienes de la misma índole, y ayuda humanitaria.

El origen del conflicto

Nemo – Manifestación contra la guerra de Ucrania en Madrid, 20 de marzo de 2022

Telma Luzzani es periodista y escritora argentina. Cubrió la caída de la Unión Soviética, en 1991 y fue corresponsal en Moscú. Conoce de cerca la idiosincrasia eslava y, en conversación con LA FONTANA, aborda la realidad y la otra cara -la de los moscovitas- en este conflicto.

“Es muy probable que el conflicto tenga raíces desde la revolución rusa en 1917, cuando diferentes países lucharon para el cambio de sistema producido por los bolcheviques antes de la revolución”, explica la especialista.

“La segunda guerra mundial además de las ambiciones de Hitler, también tuvo como problemática terminar con el régimen soviético. Durante los años en conflicto, desde el triunfo de la revolución, los países capitalistas intentaron liquidar al modelo que ponía en cuestión lo conseguido en la revolución industrial y el liberalismo”, añade la periodista.

La zona central de Europa tuvo numerosas guerras antes de que Ucrania se consolidara como país. Cuando Lenin estableció la creación de Ucrania como territorio administrativo, Kiev quedó como capital porque existían raíces provenientes incluso desde el imperio Rus.

Ucrania fue parte de la Unión Soviética como república federal desde 1921 hasta su desintegración en 1991. Por ello y por su pasado como territorio del Imperio Ruso, durante el Siglo XVII, Putin ha declarado que Rusia y Ucrania son “un solo pueblo”.

Los ucranianos se independizaron de los soviéticos en 1991, producto de la caída de la URSS. Antes de eso -estando al alero de la Unión Soviética- Nikita Jrushov anexó la península de Crimea al territorio administrativo de Ucrania. El territorio, hasta hoy, es materia de debate y asaltos.

Ya antes de su independencia, Ucrania había sufrido diferentes dominios por otras naciones. Antes de la primera guerra mundial el territorio fue ocupado tanto por Rusia como por el Imperio Austrohúngaro, nación que actualmente es Austria.

La caída de la URSS en 1991 y su fragmentación en 15 repúblicas fue la oportunidad para que Estados Unidos expandiera su influencia a Oriente, asevera Luzzani. “Hay autores que afirman que la estrategia de Estados Unidos es fragmentar incluso a lo que Rusia es hoy. Parecido a como estamos hoy en América Latina, la división de las naciones favorece a las grandes potencias para a la dominación y el sometimiento”, explica.

Nacionalismo y división civil

Andrew Butko – Motín en Donetsk

Entre 2013 y 2014, los gobiernos de Ucrania eran regidos por antiguos comunistas o al menos políticos que tenían afinidad con el Kremlin. Previo a eso tuvieron, incluso, un golpe de estado.

2014 fue un año crucial. En marzo de ese año se realizaron las elecciones presidenciales donde Víctor Yanukóvich dejó el Gobierno y abandonó Ucrania. Antes de aquella elección ocurrió un golpe de estado que, según varios, fue promovido por Estados Unidos ante un escenario perjudicial para Occidente: podría haber ganado un simpatizante de los rusos.

En 2014 hubo enfrentamientos en calles ucranianas, entre ciudadanos prorrusos y nacionalistas. Los que tenían afinidad con Moscú apoyaron la anexión rusa de la península de Crimea -territorio al que Putin entró en gloria y majestad.

Todos estos movimientos prorrusos existen, desde hace décadas, por la herencia que el imperio Rus y la era soviética dejó en la idiosincrasia ucraniana. Si bien parte importante de los civiles no poseen un apego moscovita hay zonas cercanas a Rusia que mantienen ese sentimiento.

En los últimos años, la posible integración de Ucrania a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN, que agrupa a EE.UU. y sus aliados europeos) han tensionado cualquier posible relación entre el país europeo con Moscú.

Para consolidar y respaldar la anexión de Crimea, Rusia fomentó un referéndum ese mismo año, en 2014, que fue declarado ilegal por autoridades ucranianas. Allí, según el Kremlin, se le consultó a los habitantes del territorio si apoyaban o no la medida.

El resultado arrojó el apoyo de más del 95% de los sufragantes. El rechazo, según cifras de autoridades del gobierno de Crimea, alcanzó apenas un 2,5%.

Mientras, Putin mantuvo discursos siempre orientados a la “seguridad nacional”, la que -sostenía- se encontraba en riesgo ante una Ucrania cada vez más cercana a Occidente. Muestras de ello eran las bases antimisiles que EE.UU. mantiene en Polonia, que limita con tierras ucranianas. Si Estados Unidos penetraba en Ucrania, el Kremlin lo interpretaría, lisa y llanamente, como avanzar por la frontera rusa.

Y a eso se le suman otros factores diplomáticos, como el no cumplimiento de la palabra de la OTÁN que, en 1991, dijo que no se expandiría en dirección a Moscú, tras la unificación de Alemania. Gorbachov, quien fue líder de la Unión Soviética  hasta ese entonces, aceptó retirar el Ejército Rojo de Europa para que Occidente cumpliera su palabra. Lo que no ocurrió.

Y también hay hechos recientes. Tras los conflictos de 2014 y el acuerdo de Minsk (Bielorrusia), Europa se comprometió a no avanzar en territorios ucranianos que, históricamente, mantienen relación con Rusia. Pero en 2022 la ahora excanciller alemana, Ángela Merkel, declaró que el acuerdo fue firmado para darle tiempo a Ucrania, no para cumplir con Moscú.

Laboratorios, experimentos y armas biológicas

Y así como EE.UU. mantiene datos actualizados de las bases rusas, chinas y norcoreanas por el mundo, Moscú hace lo propio. Una operación especial entre Rusia y China dieron cuenta de la existencia de laboratorios militares en territorio ucraniano.

Según versiones orientales, habrían incluso experimentos con murciélagos, bacterias y aves migratorias. Estas últimas, emigran anualmente a Rusia, por lo que -según explica la periodista Luzziani- da cuenta de alguna intención de atacar a los moscovitas.

Si bien Occidente no ha “comprobado” la existencia de estos labortorios, la ONU no ha negado su existencia. No obstante, tampoco ha autorizado a corroborar o mostrar abiertamente las pruebas.

Según comenta la investigadora, Rusia ha solicitado en reiteradas ocasiones que expertos exploren la zona y confirmen sus sospechas, pero -como es lógico- nunca Ucrania ha permitido visitar las instalaciones.

En medios oficialistas de China, además, se habla de varios lugares similares incluso en otras partes del mundo, para desarrollar fármacos o, incluso, armas biológicas.

Ángeles y demonios

Para Telma Luzziani, existe una clara “demonización” de Rusia desde la existencia de la Unión Soviética. Aquí “no hay un bueno y un malo, cada parte tiene argumentos para sostener sus acciones”, explica, al comparar los discursos de Oriente y Occidente.

“Rusia invadió un país e hizo un referéndum para aceptar la decisión de la ciudadanía: fue considerado ilegal por Estados Unidos y Occidente. No me corresponde decir quién está bien o mal, pero podemos mencionar los hechos y bajo qué circunstancias tienen lugar”, explica.

La abierta globalización que vive el mundo “está siendo transformada completamente” por la pérdida de poder de las potencias actuales. Esto implica que otras naciones, que hasta ahora no han tenido presencia en Occidente, la tengan.

El conflicto ruso-ucraniano, sintetiza la periodista, no es una cuestión sólo de ideología, sino de sistemas económicos, políticos y culturales. A juicio ruso, Moscú soportó a más no poder las provocaciones estadounidenses.

Bajo muchos frentes, el conflicto es a muerte. Estados Unidos, conciente del deterioro de su liderazgo mundial, sabe también que un fracaso de Occidente podría significar tener que abrir paso a otras potencias, con China a la cabeza. Por el lado ruso, el fracaso significará fragmentar aún más su territorio y tener a una Moscú que, cabizbaja, intentará no aceptar la derrota.

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