Nació en San Carlos, en marzo de 1991 (32 años). Luciana Ortega Ortega es profesora y cuenta que, desde su infancia, la música tradicional influyó en su vida. Junto a sus hermanas, Romina e Ingrid, presenciaban las actividades que sus padres, Mirtha y Manuel, realizaban. Danza, canto campesino, pintura y el arte de las letras que la familia lleva cultivando por más de dos décadas.
Sus padres tienen una agrupación folclórica: “Tierra y canto”. Nació como un proyecto tras haberse conocido haciendo música. La herencia materna viene de su abuela y, la paterna, por numerosos concursos de cueca.
Publica avisos legales fácil y rápido
Extractos, citaciones, extravíos de cheque, remates y más
“Tengo un recuerdo de cuando tenía tres o cuatro años, mis papás tenían un conjunto folclórico grande. Recuerdo haber estado en el patio, lleno de gente, en una esquina (estaban) los músicos, por los cuales sentía admiración por como tocaban acordeón, arpa y guitarra. Y las voces de unas señoras que cantaban muy bien”, comenta Ortega, en conversación con LA FONTANA.
“Mi tío Chani tocaba acordeón, arpa y cantaba. Lo admiraba porque lo veía cantar y sonreía al mirarme, o al menos eso pensaba yo (…) aunque probablemente el no se daba cuenta”, relata la hoy docente de música.
La trayectoria
Decidió su profesión desde niña. Con su hermana Romina compartió numerosos momentos artísticos, en los que aprendió “por oído” lo que después pulió en la universidad y así unió lo teórico con lo práctico.
No fue consciente de toda la mochila de conocimiento que adquirió cuando niña hasta que llegó a la academia. Esas experiencias, los repertorios y ritmos musicales, involuntariamente contribuyeron a lo que desarrolló dentro y fuera de su alma mater.
Egresó de la Universidad de Concepción y ejerció en varios establecimientos hasta que llegó al Instituto Santa María de San Carlos. Allí logró consolidar algunos de sus proyectos.
Ya como docente, la estrategia de Ortega ha sido clara: aplica el folclore con repertorio y composiciones cercanas a sus estudiantes. “La música tradicional llega a los niños cuando es divertida, a través de bailes, juegos, percusión o canto. Hay que jugar y pensar como ellos”, explica.
Ha traído a las aulas el canto “a lo poeta, lo humano y lo divino”, que son géneros que juntan la poesía y la música. Con décimas y composiciones de versos ha hecho que la música impresione a sus estudiantes de enseñanza media.
A escenarios del mundo
Fue en 2019 cuando consolidó un anhelo musical. Ese año partió el Taller de Arpas, en el INSAMA. El taller sorteó el estallido social y la pandemia y, en 2022, sus participantes lograron viajar a Paraguay, a la academia ArpaRoga en Asunción.
Allí se abrió una nueva meta: los Juegos Olímpicos ODESUR. Los paraguayos invitaron a quienes integran el taller de la docente sancarlina a participar en la obertura oficial del multitudinario evento latinoamericano. Fuegos artificiales y transmisión en vivo y, en el escenario, estudiantes y su profesora.
“Fue bien bonita toda la experiencia. Ninguna de las niñas había salido del país antes, y ha sido el escenario más grande en el que he estado. Tocamos repertorio de polcas paraguayas con cincuenta arpas sonando al mismo tiempo”, rememora.
Y las oportunidades siguieron emergiendo. Las estudiantes pudieron estudiar arpa clásica con docentes de la Universidad de Chile, con partituras y una ejecución profesional del instrumento. Patricia Reyes, arpista y docente, les recibió y enseñó junto a otros profesionales de la casa de estudios: “el arpa clásica implica una posición diferente de los dedos y también un cambio en la manera de ejecutar”.
El aprendizaje no sólo es musical. Ortega ha visto como sus alumnas, participantes del taller, han derribado la timidez y ganado un desplante sobre el escenario. Los profesores, argumenta, no pueden esperar que todo se geste desde un colegio: “El docente puede y tiene que buscar más apoyo en las redes culturales”.
Aliwén y sus proyectos personales
Si bien la docente, fuera del ámbito laboral, ha integrado la Agrupación Tierra y Canto, de sus padres, también encabeza un proyecto propio. En Tierra y Canto hay guitarra traspuesta, mezcla de afinaciones, un violonchelo y dos voces femeninas. Pero en Aliwén la propuesta es distinta: consiste en un trío musical de guitarra y voz, violonchelo y flauta. Y el instrumento de cuerda frotada está a cargo de su pareja, Franco Burgos.
Con el trío han podido, comenta Luciana, tener la oportunidad de adquirir composiciones musicales de artistas de renombre, para complementar o trabajarlas. Y allí se fragua la relación musical con su pareja.
Con Burgos ha generado lazos musicales y profesionales. Ambos son profesores: “La vida se disfruta más aún cuando se canaliza la energía haciendo música juntos”, comenta. Así, sostiene, puede rendir mejor los desafíos profesionales a lo largo del año.
Luciana Ortega podrá, quizás, alejarse de la música, pero nunca deja de trabajar con cuerdas. En medio de la pandemia del COVID-19, cuenta, empezó a tejer en macramé. Son cuerdas, pero de algodón, con las que hace diseños textiles para murales, matrimonios y ornamentación. El trabajo lo expone en Instagram, a través de la cuenta “Legato macramé”.
¿Y el futuro? Piensa expandirse fuera de la educación. Incursionar en gestión cultural y la realización de proyectos sostenibles es la meta. “Las barreras que se rompen en los colegios para llevar a cabo una iniciativa dificultan el poder seguir adelante: otras barreras ni siquiera logran romperse”, expresa.
Maravillosa entrevista, docente de corazón y una cercanía y llegada a los alumnos que pocos profesores logran conseguir. Mi admiración para ella.