¿Qué es la Navidad? La pregunta parece sencilla, pero su respuesta se fragmenta según la fe, la historia personal y el lugar desde donde se mira el mundo. Para muchos, es la celebración del nacimiento del Niño Dios, aquel que llegó a la vida en un establo de Belén, lejos del poder y de la abundancia. Para otros, es el gesto radical de un Dios que decide hacerse humano, atravesar la fragilidad de la existencia y asumir el dolor como parte del camino para redimir a una humanidad pecadora.
Más allá de las creencias, la Navidad también se define por el territorio. En algunos rincones del planeta, el sol parece tomarse vacaciones y el frío obliga al recogimiento; en otros, el calor acompaña mesas largas y sobremesas que se extienden hasta la noche. No compartimos la misma estación, pero sí una emoción común: la necesidad del encuentro. Es el tiempo en que la memoria empuja al cerebro a volver a la casa nido, a la cocina de la abuela o de la madre, a esos platos donde cada sabor llevaba impreso el cariño, la hermandad y el amor familiar, sin condiciones ni intereses.
La Navidad no se explica solo desde los regalos bajo el árbol o los intercambios formales entre amigos. Tiene aromas persistentes: comida en el horno, carbón encendido, dulce recién hecho. Tiene sonidos que se repiten año tras año: copas que chocan, risas que se cruzan, silencios que también hablan. Son recuerdos que permanecen mucho después de que se guardan los adornos.
Este año, Chile celebra la Navidad en paz, y eso no es un dato menor. Mientras que en países vecinos y en lugares más lejanos, miles de personas vivirán estas fechas lejos de sus seres amados, en silencio o en tierras ajenas. La historia bíblica vuelve a hacerse presente: así como José y María buscaron un lugar seguro para que su hijo naciera, hoy muchos deben abandonar sus casas, sus países y sus tradiciones para resguardar lo más valioso que tienen: la vida.
La Navidad nos recuerda que cualquiera puede ser ese niño de Nazaret que, teniéndolo todo por delante, nació sin nada. Nos recuerda que llegamos al mundo con lo justo, que podemos vivir rodeados de certezas y que, de un momento a otro, toda una vida puede caber en un par de maletas.
Por eso, esta Navidad es una invitación a agradecer. A quienes tienen a su familia completa alrededor de la mesa; a quienes pueden brindar en medio de sonrisas; a quienes cuentan con salud. Que los regalos simbólicos de esta fecha sean paz, bienestar y esperanza, y que la estrella de Belén ilumine a Chile con la convicción de que el nuevo año nos encuentre un poco mejores, más conscientes y, sobre todo, más humanos.
La Navidad es el regalo que todos recibimos con amor y esperanza.



















