Las actuales lluvias, con una altísima isoterma cero que ha traído precipitaciones a la cordillera ñublensina y nuevamente causan estragos, le han significado al territorio su tercer Estado de Excepción Constitucional por Catástrofe en menos de un año.
Este 2023 ha estado plagado de desastres como ningún otro año. En febrero, los incendios forestales y en junio un episodio calcado a lo que actualmente estamos viviendo. Sin duda son los efectos de un cambio climático que, aunque parecía algo etéreo y reducido al ártico o la antártica y el derretimiento de los glaciares, hoy afecta a casi la mitad del territorio nacional.
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“Hace treinta años, al menos, que no veíamos algo así”, dijo el alcalde Camilo Benavente, al matinal Mucho Gusto de Mega. Es más, varias generaciones no habían visto nunca desbordes e inundaciones de tan magnas dimensiones.
Por ello, es importante avanzar en prevención y concientización. Prevención, por un lado, aplicando un trabajo igual o más cuidado que el que Chile realizó post terremoto de 2010. Demarcar zonas seguras, instruir a la población de riesgo, mejorar accesos a zonas aisladas y fortificar las laderas y los límites naturales entre tierra firme y ríos o canales.
Chile debe prevenir, porque es mejor que lamentar. Pero, ¿cómo hacerlo en una de las regiones más pobres y más rurales del país?
Aquí es donde cobra relevancia la gestión o el “ruido” que puedan generar autoridades locales y vecinales, como en zonas que hasta hace poco pasaban inadvertidas en el contexto nacional
Y, por otro lado, se debe concientizar. La población debe estar conciente de cosas tan básicas como que se debe pedir autorización para construir un puente sobre un canal de riego o que, a cierta cantidad de metros de una ribera no se debe construir.
Sólo así Ñuble no vivirá más episodios tan cruentos y alarmantes como los actuales. Porque los desastres seguirán ocurriendo, pero debe cambiar nuestra manera de enfrentarlos.