“Sé que quieren ver el desfile, así que vamos a ir rápido”. Con estas palabras inició su alocución el Presidente de la República, Gabriel Boric, al mediodía de este martes, 20 de agosto, en Chillán Viejo (Región de Ñuble).
El mandatario llegó a la región durante la mañana y, en Quirihue, inauguró la Quinta Comisaría de Carabineros. Luego se trasladó hasta la ciudad histórica para realizar el desfile por la conmemoración del natalicio de Bernardo O’Higgins.
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Fue un desfile tradicional que agrupó a decenas de vecinos de la comuna e incluso de otras partes de la región. Desfilaron tropas militares y agrupaciones civiles ante la atenta mirada de más de 30 autoridades, quienes se sentaron bajo un gran toldo -el único del evento-.
El discurso presidencial tuvo poco espacio para la actualidad. Más bien, el Jefe de Estado se centró en la figura humana e histórica de O’Higgins y destacó las ideas vigentes del discurso ohigginiano, como la libertad, la igualdad y lo que hoy se entiende por “valores democráticos“.
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En su alocución, Boric hizo un detallado viaje por la biografía del denominado “Padre de la Patria” y, como en cada actividad de este calibre, lo conectó con los objetivos del actual Gobierno.
A mitad de sus palabras, eso sí, hizo un giño a uno de los proyectos del Gobierno. “Como decía también un cartel, ahí entre el público, también con mejores pensiones para quienes trabajan su vida llenos de esfuerzo y se merecen una vejez digna”.
El discurso
Revisa acá el discurso transcrito íntegramente:
Queridos compatriotas, sé que quieren desfile, así que vamos a ir rápido, porque esta hermosa tradición es realmente significativa para conmemorar no solamente a un hombre que es señero, sino también a la patria entera.
Es un gran honor volver a acompañarlos aquí en Chillán Viejo, en este nuevo aniversario del nacimiento de Bernardo O’Higgins Riquelme, con este festejo que es tan propio de la región. Antes que termine esta década, vamos a conmemorar doscientos cincuenta años del nacimiento del padre de la patria. Ese joven, ese niño que viniera al mundo aquí en mil setecientos setenta y ocho y no sabe su nombre todavía, como escribió Neruda.
Muy pronto, sin embargo, Bernardo llegó a saber quién era. Se acercó a las ideas más progresistas de su tiempo e hizo suya la incansable causa de la libertad a través de la revolución de independencia que embargó los corazones de toda América. Sabemos que la infancia de Bernardo O’Higgins no fue fácil.
Alejado tempranamente de su madre, fue enviado por su padre a educarse en distintos colegios bajo el nombre de Bernardo Riquelme. Migró de ciudad y más adelante de país, primero a España y luego a Inglaterra. Y pese a las muchas carencias que pasó en Europa, antes de volver a su tierra natal, su formación fue sin duda privilegiada para la época.
Cuando regresó a Chile, se reunió con su familia, se dedicó a la agricultura en la estancia de Las Canteras que heredó de su padre. Pero ni haberse educado lejos, ni tener resuelta su estabilidad económica, algo extraño en esos tiempos, mermaron o debilitaron el profundo compromiso que O’Higgins tenía con su patria, nuestra patria. Se inspiró en Francisco de Miranda y en muchos otros americanos que conoció en Europa y constataban los abusos e injusticias que cometía la corona española.
O’Higgins volvió a Chile convencido de que nuestra patria más temprano que tarde debía conquistar su libertad y fundarse en el autogobierno. Por la independencia, él y tantos otros y otras, muchos anónimos y anónimas de la historia, sacrificaron su tranquilidad, su bienestar, sus recursos, arrojándose al peligro y a la incertidumbre de esa heroica campaña, larga campaña de la independencia. De la mano de estas creencias se involucró en la política, en la revolución y cuando fue necesario incluso para defender a nuestra patria en la guerra.
En una de sus cartas relató: “Me he alistado bajo las banderas de mi patria después de la más madura reflexión y puedo asegurar que jamás me arrepentiré de ello cualesquiera sean las consecuencias”. Las consecuencias para él fueron duras, el exilio y morir lejos de su amada patria. Y es que en tiempos donde la propia conveniencia y el individualismo muchas veces prevalecen hoy en las sociedades contemporáneas, el ejemplo de esa generación de Carrera, de O’Higgins, es un ejemplo de lealtad, de convicción profunda, que nos da grandes enseñanzas.
Porque así como él, como ellos, hubo muchos otros hombres y mujeres que se abocaron por completo a la causa de la independencia de la república que hoy todavía disfrutamos y debemos saber valorar. Así como O’Higgins creía en la libertad, también creía en la igualdad. Lo dijo en más de una ocasión, que los ciudadanos debían distinguirse por la virtud, lo que hoy llamaríamos valores democráticos y por el mérito de su esfuerzo.
Por eso siempre recordamos que O’Higgins abolió los títulos nobiliarios, creó la nacionalidad chilena para todos los nacidos en este territorio sin distinguir si eran criollos, mestizos o indígenas. En 1820, cuando la libertad de América todavía era incierta, nuestro padre de la patria escribió que Chile presentaba a las naciones del universo el producto de su industria, sus luces, sus armas y por sobre todo sus brazos, dando nuevo valor a nuestros frutos y desarrollando nuestros talentos.
Más de 200 años después, los habitantes de este Chile seguimos luchando por dar valor a los frutos de nuestra tierra, el cobre, el litio, las energías limpias, nuestros productos agrícolas, desarrollando los talentos de los hijos e hijas de la patria con más y mejor educación pública, con trabajos decentes que dejen tiempo para desarrollar otras destrezas y hacer vida en familia y en comunidad.
Y como lo decía también un cartel ahí entre el público, también con mejores pensiones para quienes trabajan toda su vida lleno de esfuerzo y que se merecen una vejez digna. El 6 de agosto, sólo hace dos semanas, fue el aniversario de la batalla de Junín. Y en diciembre próximo vamos a conmemorar 200 años de la batalla de Ayacucho, que selló la independencia americana.
Quisiera recordar aquí cómo el libertador Bernardo O’Higgins llegó vestido de civil al banquete en que Bolívar celebraba la victoria de Ayacucho y declaró concluida su misión americana seis años después de Maipú y a más de un año de haberse tenido que exiliar en Perú. O’Higgins nos interpela siempre, aunque pasen los años, aunque pasen los siglos. Fue el más fervoroso impulsor de lo que hoy llamamos la vocación antártica de Chile.
Sabía que el extremo sur era clave para el futuro de nuestra patria y murió con el nombre de mi región, Magallanes, en sus labios. Además, fue un incansable luchador por la independencia de los pueblos hermanos. Cuando los pueblos vecinos sufrían, O’Higgins acudió en su ayuda, lo que fue muchas veces incomprendido por la propia sociedad y por sobre todo por los dirigentes de la época.
No le importó, siguió adelante con la convicción de que la independencia de todos los países de América era necesaria para sostener la independencia de Chile. Hoy, por distintos caminos, buscamos los mismos anhelos. Cumplimos con el rumbo que trazara hace tantos siglos Bernardo O’Higgins, con el espíritu que inspirara a los libertadores, una sociedad libre, justa y democrática, una república soberana que es hoy día respetada en el mundo entero y un ejemplar símbolo para toda América Latina y el mundo.
¡Que viva el libertador Bernardo O’Higgins, que viva Chile y que viva su pueblo! Muchas gracias.