La ayuda: Nuestra acción más esencial

Cada verano en nuestro país mucha gente aprovecha las bondades de la naturaleza para disfrutar de ella, para el descanso; para distraer la mente de lo cotidiano o sencillamente para realizar arreglos a viviendas o preparar los predios para evitar que los incendios destruyan nuestros bienes, en algunos casos, el esfuerzo de muchos años.

Una mezcla de lo planteado en el párrafo anterior se puede observar en los jóvenes y no tan jóvenes que, en distintas partes del país, y a través de diferentes organizaciones e instituciones, tanto públicas como privadas, intercambia el bien más valioso que tenemos los seres humanos, el tiempo, al ofrecer atención, bienestar y servicio a quienes tienen otras realidades en cuanto a vivienda, educación, salud y formación.

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Estos días cuando mucha gente está terminado de afinar los itinerarios de viajes nacionales e internacionales, por motivo de vacaciones, otros han decidido dejar el confort de sus casas, para ir a dormir en establecimientos educativos, alimentarse de una cocina colectiva, o tan sencillo dejar de disfrutar. Desde la impronta que como sociedad nos han conceptualizado como vacaciones, unas disfrutan a plenitud de estas, mientras que otras han entregado este tiempo para ir a ayudar a otros.

A este grupo no los mueve, el reconocimiento, ni los aplausos, ni los galvanos que se entregan al interior de un lugar techado, con aire acondicionado e incluso con alfombra, los mueve lo que realmente es intangible y que no se compra en ningún mercado del mundo, ellos encuentran sus fuerzas en las palancas más importantes que tenemos como sociedad y que deben ser reconocidas más que metales y piedras preciosas, los activa:  la solidaridad, la empatía, el amor al prójimo.

El trabajo voluntario venga de donde venga y se haga donde se haga, para muchos es una vía para redimir las culpas, para otros es recoger en sonrisas, conversaciones y encuentros la recompensa de un deber cumplido. Que pasa en primer lugar por una fase de profundo altruismo, de evaluación al reconocer que siempre alguien puede estar mejor o peor que uno, pero al final quien se pone la camiseta de voluntario sabe que está en condición de quien ayuda y no quien recibe, desde lo material.

Esta acción suprema de dar pasa por un sistema de valores que comienza desde el mismo instante que nacemos y que evoluciona a lo largo de la vida, lastimosamente muchos dejamos de oír lo que da sentido a la vida, para abrirle, a veces, el espacio a lo pasajero y lo banal.

Ayudar trasciende debates filosóficos o religiosos; es un impulso instintivo y esencial para salvaguardar la vida. La ayuda permanecerá como una acción vital, fundamental para nuestra existencia. Creo firmemente que cuanto más fomentemos acciones solidarias, más fortaleceremos a la sociedad desde una perspectiva colectiva, nutriendo su crecimiento en comunidad en lugar de basarnos únicamente en las individualidades.

Esta sección es un espacio abierto, por lo que las opiniones vertidas aquí pertenecen exclusivamente a su autor y no necesariamente representan una mirada editorial.

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