En nuestra sociedad actual se ha gestado un fenómeno preocupante que ya ha socavado los valores fundamentales que sustentan una convivencia armoniosa y un desarrollo sostenible. Este fenómeno se manifiesta a través de lo que algunos sociólogos han conceptualizados como “líderes negativos”, individuos que, paradójicamente, ejercen una influencia significativa sobre amplios sectores de la población, pero cuyas acciones y valores están enraizados en prácticas y contenidos perjudiciales, como lo que vemos en las narconovelas y otros productos comunicacionales en las distintas plataformas que se ofrece en esta era de la información.
La llamada evolución social se ha logrado en siglos, pero los valores son inherentes a la vida, por esto me veo en la obligación moral de alertar sobre las consecuencias nefastas que esta tendencia está ocasionando, especialmente en la formación de las generaciones no futuras, sino las presentes. Los líderes negativos, con su mensaje distorsionado y sus acciones carentes de ética, erosionan los pilares sobre los cuales se construye una sociedad justa, sensible, pero sobre todo humana, desde el interior y no por descripción biológica.
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Es importante destacar que, en muchas ocasiones, estos líderes negativos emergen como figuras prominentes en diversos ámbitos, ya sea económico, social o incluso político. Su capacidad para captar la atención y el seguimiento de las masas no debe subestimarse, ya que su influencia puede ser desestabilizadora y generar un efecto dominó en la percepción de los valores y en las aspiraciones de los grupos más jóvenes.
Como institución educativa, nuestro compromiso es fomentar el desarrollo integral de nuestros estudiantes, no solo en términos académicos, sino también en valores éticos y morales que les permitan discernir entre lo correcto y lo incorrecto, lo constructivo y lo destructivo. Es fundamental promover una educación que fortalezca el pensamiento crítico, la empatía y el respeto por los demás, como antídotos efectivos contra la influencia perniciosa de los líderes negativos.
En este sentido, insto a todos los actores involucrados a redoblar esfuerzos en la promoción de líderes positivos, aquellos que, mediante su ejemplo y sus acciones, inspiren a otros a alcanzar su máximo potencial de manera ética y responsable. Debemos privilegiar no solo lo cuantitativo, sino también lo cualitativo, reconociendo y valorando a aquellos líderes que han dejado huellas imborrables en nuestra historia, y cuyo legado perdura como una luz de inspiración para las generaciones presentes y futuras.