Desde el preciso momento que las células de nuestros padres se unieron, el botón de “play” de la vida quedó encendido, porque como seres de este planeta llamado tierra, estamos concebidos y diseñados para movernos, desde mucho antes de tener conciencia, por eso tenemos piernas, extremidades superiores e inferiores y contamos con una mecánica perfecta de articulación.
Con sólo una observación sencilla nos damos cuenta de que estamos diseñados de manera innata para el movimiento, luego de la fecundación no nos dejamos de mover en el periodo de gestación, al nacer lo primero que hacemos es abrir la boca, estirar las manos y por el largo de nuestra vida no paramos mientras tengamos estado de la conciencia.
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Aunque esto pueda parecer cotidiano e incluso normal, en ocasiones pedirle un esfuerzo adicional a nuestro cuerpo puede resultar en dolor musculoesquelético, especialmente cuando llevamos una vida sedentaria y nos enfrentamos a actividades como caminar unas pocas cuadras, pasear por el campo o simplemente hacer ejercicio.
La rutina diaria puede abrumarnos tanto que la Organización Mundial de la Salud (OMS) tuvo que designar el 6 de abril de cada año como el Día Mundial de la Actividad Física desde 2002, para recordarnos, por ejemplo, que la inactividad física es el cuarto factor de riesgo de mortalidad más importante. Se estima que este factor contribuye al 5,5% del total de las defunciones a nivel mundial y es responsable de 32 millones de muertes anuales.
Si tomamos la lupa y vemos las cifras locales, hace un par de días, el Servicio de Salud Ñuble (SSÑ) informó que actualmente en la región, más del 57% de los niños y niñas entre 6 y 9 años que se controlan en los centros de salud presentan sobrepeso u obesidad.
A esto se suma, por ejemplo, que Ñuble en el 2018, de acuerdo con datos del INE, ocupó el tercer lugar en el país con mayor prevalencia en sedentarismo, sólo superada por Arica y Parinacota.
Ninguna de estas cifras son para celebración, sino para preocupación y ocupación, además que la evidencia científica revela la relación de enfermedades como la depresión, ansiedad, baja autoestima, ideación suicida, soledad, estrés y distrés psicológico y el sedentarismo, a las cuales se suman las ya súper conocidas patologías del corazón, incluyendo enfermedad coronaria e infarto, presión arterial alta, colesterol alto y accidente cerebrovascular, todas protagonistas en las mayoría de las actas de defunciones del mundo.
Aunque el botón de “play” que se activó con la fuerza de nuestros padres sigue funcionando, es decisión de cada uno de nosotros mantener el cuerpo activo o permitir que la música de la vida se vaya desvaneciendo. Es una decisión simple, pero también filosófica: “hacer o no hacer” actividad física, hasta que finalmente nos digan “stop”.